Albert

El poder de la mandíbula (y II)

23 noviembre , 2010

Es buena verdad que en el fútbol se conoce a la gente. El asombro del balón flotante y los desafíos a la ley de la gravedad desnudan a los jugadores más de lo que quisieran. Y ayer, durante cinco minutos, un grupo de periodistas tuvo ocasión de conocer al futuro presidente de la Generalitat.
Deben saber que no lo hacía mal: el supercandidato que ha presentado el azote convergente sabe idiomas, no pierde jamás el control de sí mismo, tiene una estupenda onda de pelo, domina el mundo del dinero y, cómo no, juega a fútbol. Según me comentó con ese inaudible hilillo de voz suyo entre toque y toque, jugó en un equipo llamado Júnior durante tres años, lo hizo como centrocampista y extremo y, según las hagiografías -abundan en estos tiempos de regreso al pasado-, fue conocido como Flecha negra.
Francamente, al Mas futbolista (que suma hoy 54 años) se le intuye un pasado y cierta clase. No cuesta imaginarle como un extremo cepat, potente, tipo Faubert, tal vez con poco regate pero muchas piernas. Lo de Mas como volante ya cuesta más: anoche se le vieron deseoso de lucir sus habilidades, pero es sabido que nada peor para un centrocampista que olvidar al prójimo, y al presidenciable se le vio poco talento para repartir juego.
¿Qué preocupación extrae uno de esos cinco minutos con Mas? Que su mandíbula, y todo lo que de ella se deriva, se hagan plenamente visibles una vez llegue al poder. Y que haya un vídeo en que a este periodista, todo rigor y sentido crítico, se le vea tan acaramelado con el futuro president que acabe incluso recibiendo sus aplausos.

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