Champions

El póster

23 abril , 2013
 «No podía hablar, pero giró su rostro hacia mí e hizo señas de que le besara. Al agacharme para besar sus pálidos labios, me emocionó profundamente, pues sabía que él, con ese solemne acto de ternura, expresaba su agradecimiento por nuestra larga amistad y su último adiós».
Thomas de Quincy, Los últimos días de Kant

Pasar del césped al póster es uno de los pasos fundamentales de los grandes equipos. Un conjunto pasa del presente al pasado en un partido concreto, en una jugada, en un instante. Tal vez ustedes estuvieran ahí cuando Desailly le ganó un balón dividido a Guardiola en cierta final en 1994. O cuando Tamudo les encontró la espalda a Puyol y Thuram en 2007. Los grandes equipos deben tener muertes heroicas y mejores funerales. No deberíamos rasgarnos las vestiduras por ello: es ley de fútbol.

Un tren arrolló anoche al mejor equipo que habremos visto cuando abandonemos este planeta. Los caprichos de la suerte pudieron convertir el 4-0 en un 1-0, pero la verdad debe prevalecer: la segunda ley del fútbol es que nada es más importante sobre el césped que el hambre. Y la paliza de anoche, los vuelos de los titanes del Bayern por encima de Alves, son los acordes que ilustran un réquiem.

¿Qué podemos rescatar de una de las noches más negras de la historia del barcelonismo? Pues que perdimos sin dar un palo, sin llorar al árbitro, queriendo el balón. Que de alguna manera, la masacre del Bayern reivindicó cinco años mágicos en que el Barça se acostumbró a arrasar cuando la verdad primera del fútbol, la primera ley de este juego, es que siempre puedes perder. Siempre. Contra el Chelsea en 2009 y contra el Athletic en 2012. Que el 2-6 bien pudo ser un 4-0. Que el 5-0 perfectamente podía haber sido un 2-2. Que el 4-0 al Santos pudo ser un 1-3. Y que el 3-1 al United pudo ser un 0-2. Durante un lustro no fue así. Sencillamente era inevitable que ganara el Barça, aunque el fútbol conspirara para que eso no fuera así.

La masacre de anoche deja desnudos, también, a la legión de profetas analfabetos que vaticinaron que el Barça sobreviviría a Munich. Ya saben de qué ciegos les hablo. Pero qué le vamos a hacer si este Barça glorioso nos acostumbró a esperar lo mejor en todas las situaciones; incluso ahora pienso que emplear más lucidez me habría parecido una traición.

Señores, aceptemos con generosidad y agradecimiento nuestro definitivo paso del césped al póster. Es el final. Para ellos va este beso.

27 Comentarios

  1. Pingback: El tercer funeral - La caverna azulgrana

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