Equipos

Hijo macho

22 octubre , 2013

La escena tiene lugar en plena via Lincoln de Palermo, a la altura del Orto Botánico, que pese a su nombre no es ningún homenaje a la potra sino el inocente huerto o jardín de la capital siciliana. Dos recién casados pasean su sonrisa por el lugar perseguidos por un fotógrafo; al pasar a la altura de un graffiti que amenaza a los periodistas del Giornale de Sicilia –la redacción está a la vuelta de la esquina-  un espontáneo se les acerca: «Auguri e fligi maschi!», les grita. Contra todo pronóstico, la pareja sonríe, da las gracias y no oculta su felicidad.

Ocurre que es tradición secular en Sicilia desear suerte a quienes acaban de pasar por el altar con esa fórmula. «Felicidades e hijos varones», que con algo menos de delicadeza bien podríamos traducir como «Suerte e hijos machos». Y hasta aquí, amigos, les he traído para hablarles de Don Mario Balotelli. El nueve de Italia y del Milan nació en la ciudad de la mafia, un lugar donde los inmigrantes ghaneses no lo tienen exactamente fácil. Sus padres vivieron innumerables vicisitudes y migraciones; el pequeño Mario ya no se crió en la isla y sí con unos padres adoptivos. Pero será siempre un genuino hijo macho. 

Es bien sabido que el hambre social produce enormes futbolistas; Super Mario es buen ejemplo de ello. Cuando observen cómo domingo tras domingo vuelve a marcar de penalti con su Milan, recuerden su piel oscura en las callejuelas palermitanas. Cuando le vean convertir la celebración de un gol en un santuario a su ego, retrocedan de nuevo a esa ciudad donde aún cuesta que los niños de color se les considere italianos. Si hay suerte y le ven lanzar uno de esos formidables pepinazos suyos, piensen que no chuta el balón, sino la ira acumulada durante su infancia.  

En este rincón somos muy de Super Mario. En Manchester invitaba a gasolina a quienes se encontraba en las estaciones y pagaba las pintas a bares enteros. Está loco como una regadera, sí, y es un populista de cuidado, también, pero se agradece ver futbolistas tan felices con su condición de superestrellas, yow, yow, yow. Además, admitámoslo, si no fuera por él este Milan sería un bostezo insufrible al que sólo le falta Christanval para coronarse como un verdadero horror gaspartiano.

Ya lo saben: si hoy acaba por jugar y en algún momento le ven encarando a nuestro embarazadísimo capitán, tengan un momento de piedad y lancen un rápido rezo, algo así como «suerte e hijos machos».

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