Elecciones

Coletas

5 noviembre , 2014

«Soportemos esta democracia sin color uniforme, amalgama de todas las ruinas y de todos los gérmenes. Resignémonos a que nos gobierne el número, después de habernos gobernado el tirano; mañana gobernará el talento»

Rafael Barrett

Ustedes ya habrán leído que en este Estado podrido que es el español ha irrumpido un partido de la nada que es el primero en intención de voto. Este vuelco histórico se fundamenta en la constructiva mezcla de asco, vergüenza y odio que producen las instituciones de un país que, ya saben, hizo una Santa Transición. Pero no padezcan: no se han equivocado de blog y no abundaremos aquí la en la ristra de descalificativos que merece el establisment patrio. Al contrario, y volviendo al fúngol, nos gustaría quedarnos en la sana envidia que produce un pueblo, el español, que se ha hartado de los jetas de siempre y parece estar dispuesto a usar las urnas como si fueran potros de tortura. 

Y hablamos de envidia porque en el Barça, ya lo saben, eso es imposible. El nuñismo llegó al club en 1978 pero ya de mucho antes la alta dirección del club había estado en manos de patricios de abolengo y puro a quienes el fútbol les importaba mucho menos que el lustre que el cargo daba a sus apellidos. Ahí nacieron los discursos perdedores y lacrimógenos que Núñez convirtió en el género azulgrana por excelencia y a los que Cruyff puso punto y final poniendo el balón en el centro de la entidad. El choque entre nuñistas y futboleros se ha arrastrado desde entonces y, mecagon Jesús, rara vez han resultado ganadores los del rondo.

Y eso que la elección no parece difícil. A un marciano se lo contaríamos así. Con unos, cuatro Champions (sí, somos gente seria e incluimos la de 2011)  por ninguna La Banda. Con los otros, Saviolas, vergüenzas, miseria, Recopas y chilenas para ser cuartos. Ni Champions, ni gloria, y el gran rival, oh, sorpresa, desatado. La historia es inapelable. Sin embargo, sólo Laporta (tras la infamia gaspartiana que metió a los nuñistas bajo la cama) pudo vencer en las urnas. Ni siquiera ahora, con el club sumido en el fango, parece sencillo que el pueblo azulgrana se alce y diga nunca mais a la gente que ha arruinado en un suspiro al mejor Barça de siempre. A pocos les sorprendería que Bartomeu volviera a ganar, pese a todo. La realidad es que éste sigue siendo un club de peñistas, de gente a la que ganar y hacer un fútbol único le importa menos que el champán que el presidente pueda tirarse por la cabeza, de personitas que sólo respetan la autoridad del dinero y de la clase social. Por eso aquí Ni Podemos ni Marxem ni nada. 

La democracia, la misma que Bartomeu elude, no es en el Camp Nou garantía de nada. Y eso duele especialmente cuando el país en pleno quiere levantarse por la mañana invocando el fuego valirio que esconden las urnas para arrasar con todo. La frase que encabeza este texto, del gran Barrett, resuena entre la decepción y la esperanza. Aquí somos un poco más pesimistas. Ya saben ustedes lo bien que les fue a Petit y a su coleta en esta ciudad.

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