Bajas pasiones

Cuento de Navidad

26 diciembre , 2014

Son días de amor y concordia y les quiero hablar de dos jóvenes, Sandro Wieser y Gilles Yapi-Yapo, que se enfrentaron en un terreno de juego en Suiza hace unas semanas. Son días de amor y concordia y más aun entre antiguos compañeros de equipo: Wieser (Liechtenstein, 21 años) y Yapi-Yapo (Costa de Marfil, 32) habían sido compañeros durante dos años en el Basilea.

Se encontraron sobre el verde, decíamos, en el terreno de juego, y sobrevino el fútbol: 

Tal vez ustedes quieran saber qué le pasó al infeliz. El parte es largo: rotura del ligamento cruzado anterior y del ligamento lateral interno, lesión del menisco con daños profundos en el cartílago, contusión ósea, lesión de la rótula y grandes hematomas en el cuádriceps. En la pacífica Suiza, cuna de Federers y por esa razón territorio naturalmente antifutbolístico, la acción desencadenó una fuerte oleada de repulsa. El pobre Yapi-Yapo no sabe a día de hoy si volverá a jugar y su club, el Zurich, ha dado un paso histórico: ha presentado una querella criminal a la fiscalía de Aarau contra el amigo Sandro Wieser por un delito de «lesiones graves», que puede comportar penas de prisión. El club pretende acabar así con «el comportamiento irresponsable» de los futbolistas y «proteger la salud de los profesionales». 

El caso no es absolutamente nuevo. Un demócrata llamado Duncan Ferguson, delantero internacional escocés, pasó 44 días en la cárcel en 1994 por hacerle un Zidane en los morros a Jock McStay. Y en el año 2000, un Clásico decisivo entre Peñarol y Nacional acabó en bullanga y con un juez actuando de oficio, deteniendo a 11 futbolistas en total (y a un entrenador), de los cuales nueve se estuvieron nueve días en prisión. 

Ustedes ya saben cómo vemos el asunto en este agujero. Creemos que el fútbol nos hermana con nuestros abuelitos los simios, y que es un juego muy serio que seguramente debería ser no apto para menores de edad y almas sensibles. Opinamos también que no conviene satanizar las bajas pasiones que habitan este simulacro bélico más allá de las tarjetas rojas y los comités de competición. Conviene tener la certeza de que cuando Messi se enfrenta a Pepe cuatro veces al año se juega el tipo y la salud; y que no es ninguna casualidad que a los equipos campeones se les hagan recibimientos propios de un ejército triunfante.

A fin de cuentas, si el fútbol tiene alguna utilidad social es la de recordarnos de qué cuevas venimos y la de apaciguar a ciertos demonios que llevamos dentro. Y ya que estamos en fechas entrañables, digámoslo todo: sirve también para que cuando el cuñado les pida el cuchillo de trinchar y usted se lo acerque y sus miradas se encuentren, él sepa y usted sepa que nobody fucks with the Jesus. Para eso sirve. Felices Fiestas.

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