Clásico

El cártel y el fútbol

8 diciembre , 2014

Hará un par de años escribimos a cuenta de Nicolás Yegros que la principal diferencia entre Messi y su supuesto rival, Cristiano, era la fascinación que ejercen uno y otro sobre el resto del planeta. Por supuesto que desde un punto de vista futbolístico Messi es el doble que Cristiano: no sólo remata a puerta, como el astro portugués, sino que asombra, asiste y hace jugar. La diferencia en incidencia en el juego y comprensión del fútbol es abismal. Uno juega a la contra y el otro contra autobuses de tres pisos. En definitiva, la supuesta lucha por el trono mundial enfrenta a Hugo Sánchez con Maradona. Etcéteras y bostezos. 

Pero centrémonos en la cosa de la fascinación. Messi es quien es porque lleva ocho años ya mirando de frente al panteón de los dioses, a Pelé, Di Stéfano, Maradona y Cruyff. Cuando La Bestia Parda juega, toda una generación de futboleros de todo el mundo se sabe privilegiada y entiende que no tiene nada que envidiar a quienes les precedieron, porque nadie antes tuvo la suerte de ver a Messi en acción. El diez es un apóstol mundial y a ello le ayudó posiblemente el hecho de jugar en el Barça (y no en el Chelsea, el PSG o cualquier invento millonario), en un equipo ofensivo, espectacular, coral y de buena gente. Messi es una icono global a quien gusta ver triunfar en todos los rincones del mundo porque cada día enseña algo nuevo y nos recuerda nuestra condición mortal.

Cristiano -y aquí acabaremos las diatribas sobre él; es un buen chaval que entrena muchas horas con enorme dedicación- es el ariete de La Banda, el principal cromo del cártel de Jorge Mendes y la imagen de Nike. Todo ello le convierte en beneficiario de tres de los lobbies más poderosos del planeta fútbol, poderosos hasta el punto de haber abierto el falsario debate sobre si es mejor que La Bestia, poderosos hasta robarle de forma infame a Ribéry su Balón de Oro el pasado año. Cuando uno junta por un lado a la maquinaria mediática de Florentino y por otro al principal muñidor del negocio del fútbol, con todas sus marionetas hablando de día y de noche en su favor, la exageración es instantánea y gigantesca. 

Lo que Cristiano no podrá cambiar jamás es que con sus goles y gestas se alegra sólo los mercaderes portugueses y la secta blanca -secta autoreferencial, mesetaria, feísta y triunfante-. A ello se suma que el lógico complejo de inferioridad desde el que se ha visto obligado a funcionar le ha convertido en un jugador antipático, en ocasiones detestable. En este rincón creemos que este Balón de Oro será de nuevo para el pobre Cristiano, que lo merece infinitamente más que un año atrás y alcanzará así el número de trofeos de Van Basten, Cruyff y Platini. Pero no le hagan más daño. Comparar al pobre hombre con La Bestia Parda sigue siendo una crueldad. Al fin y al cabo, sólo es un chaval que juega para sí mismo y para cuatro más; mientras que Messi sirve a todo el planeta fútbol. 

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