El mito

El misterio de 2015

31 diciembre , 2015

Anoche asistimos al partido número 500 de Messi de azulgrana. Lo que oyen. Muchos habríamos matado por una noche con Giselle, y resulta que la de hoy hace medio millar, como para pedir ya un helicóptero. La cifra esconde tanta felicidad y tanto consuelo que nos hemos puesto nostálgicos y como cada  nos hemos querido remontar al momento álgido de este año maravilloso.

Ya saben que dice el museo que sólo en 2009 fuimos tan voraces como en 2015; y nos dice el corazón que lo visto en 2011 es lo mejor que once bípedos pueden jugar al balón. Pero este año del regreso tiene un momento que está a la altura de cualquier instante: ese choque de tanques en las semifinales de la Champions en que recibimos al Bayern. Artistas bajando a la trinchera con la bayoneta calada, pelea por cada centímetro cuadrado, un centro del campo donde parecía haber 50 futbolistas. Ese partido, que es la quinta Copa de Europa, lo solventó Messi con un fogonazo de predestinado (el 1-0) y con una asistencia de súperclase (el 3-0).

Luego está lo del 2-0.

Hemos visto miles de veces el martirio de Boateng: amago hacia dentro, regate hacia fuera, el tronco cayendo a peso, y la salida del mejor portero del mundo, que sólo le vale para comprender que nada ni nadie puede frenar el trance del dios del fútbol. Fuimos felices y lo seremos cada vez que veamos repetida la acción.

Pero ese instante, esos tres segundos mágicos que nos llevaremos a la tumba, ocultan un secreto asombroso: nadie sabe cómo lo celebró Messi. Y eso que hablamos sin duda de uno de sus cinco goles más legendarios (Wembley, el 0-2 en el Averno, el que anotó con el corazón ante Estudiantes, la barbaridad en la final de Copa). Pero ni así: la celebración fue invisible. En los otros cuatro no hay duda (repasen su memoria: el alarido de Londres, abrazo a Milito, la locura con los brazos extendidos en la final del Mundial, el grito interior al Athletic). En este caso, nadie sabe nada, porque es de suponer que los asistentes al estadio se dedicaron a berrear y enloquecer, no a registrar aquello en su memoria. Y la televisión la cagó.

En efecto, en vez de perseguir a La Bestia Parda, el realizador se quedó petrificado, con el plano fijo en la portería. Después se fue a la grada y al banquillo azulgrana. Y sólo al final se pudo ver a Messi sepultado bajo la piña de futbolistas azulgranas. ¿Qué cojones pasó ahí? A los que tengan vidas tan ricas y equilibradas como Servidora, esto les parecerá crucial, porque una celebración dice mucho de un futbolista, y más aún la celebración de semejante proeza, en semejante partido y tratándose de alguien tan indescifrable como el diez azulgrana.

Pues bien, en esta Caverna, vocación de servicio y demencia perenne, hemos rebuscado hasta dar con tres vídeos que resuelven el enigma. En el primero, verán, se ve a Messi claramente tendido boca arriba. No resuelve nada, en realidad, aunque ya queda claro que ésa es una celebración insólita en él.

En este segundo, aparece la carrera de La Bestia Parda blandiendo el puño (una imagen muy Wembley) y luego se le ve tendido boca arriba, solo con su grandeza, justo antes de que llegue Alves.

Pero en este rincón, queriéndoles como les queremos, hemos dado con la secuencia completa que aclara el misterio.

Es así como descubrimos que Messi corrió, dio un saltito del que parece arrepentirse y quedó tendido boca arriba. La celebración, propia de José Mari Bakero, nos cuenta algunas cosas sobre este hito en la carrera del futbolista más grande que jamás veremos. Si en Roma celebró con la alegría del recién llegado a la cima, en Londres se desató con la furia que los más grandes reservan a sus noches de maldad.

Lo del Bayern fue otra cosa, y da que pensar. La imagen transpira angustia. La Bestia Parda empieza el esprint exultante y golpea el aire como en Wembley, pero no llega al rincón: salta en señal de alivio y se tumba para contemplar al cielo. La secuencia retrata a un hombre liberado que comprueba que sí, que sigue siendo él, el más grande, y que un bienio de Sex no acabará con su era.

Vean el vídeo de nuevo y piensen en lo que pensó Messi al quedar tendido boca arriba: ésta, la Década de los Prodigios, sigue viva. Y él, La Bestia, ruge más fuerte que nunca. No dejen de agradecerle a este 2015 por la paz que nos dio.

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