Bajas pasiones

Bocachancla

17 enero , 2016

Llevamos unos meses de asistir atónitos a la verborrea de Piqué. Los jugadores del Barça han sido tradicionalmente discretos y alérgicos a los medios, con lo que el espectáculo del 3 del equipo es sorprendente. Ustedes ya saben que en este rincón nunca hemos simpatizado con las maneras del superdotado del equipo y es por ello que hay que empezar recordando algo. Koeman lleva un cuarto de siglo, y los que le quedan, siendo venerado por el zapatazo que valió la primera Champions; sería bueno recordar que Piqué acumula ya tres como figura clave del equipo. Seguramente nunca se le ha hecho justicia por ese palmarés, aunque también es cierto que el hombre sigue en activo (aunque entre 2012 y 2014 lo pusiera en duda) y este tipo de homenajes llegan con el obituario.

Dicho eso, las verdades del bloguero. Cuesta imaginar a un tío tan genuinamente repelente como el repeinado, alto, guapo, rico y famosísimo jugador del Barça. Aunque desconociéramos todo de su vida privada y querencias, nos caería mal sólo por su afición a ganar en la sala de prensa lo que no le ha dado el fútbol. A saber: en un ránking de los mejores jugadores del Barça, puede que Piqué ocupe una muy honrosa séptima u octava posición. Si el mismo ránking lo hicieran las porteras y los taxistas en función de la presencia en los medios, el inefable Piqué sería el number one. Y el camino para conseguir dicha posición es conocido por todos: el bla, bla, bla.

En efecto, resulta muy rentable decir astracanadas ante unos medios de comunicación sedientos de frases, polémicas y estupideces para llenar silencios y páginas. Muy barato, también. Ya saben ustedes que Messi es prácticamente mudo, Iniesta, también, Xavi poco más o menos y Puyol qué voy a contarles. Y ellos cuatro fueron las caras del mejor Barça de siempre, los más queridos por el pueblo azulgrana, que asumía que los bocazas y los sietepechos encajaban mejor en otros clubes. De algún modo sabemos que los buenos suelen callar la boca.

Quienes le aplauden aseguran que Piqué dice «lo que piensa» y evita los tópicos, cosas loables. Tal vez. Sin embargo, cuesta pensar que sus declaraciones no forman parte de una campaña por trabajarse su propia popularidad, especialmente en alguien que dice que quiere presidir un día el club [escalofrío chungo]. Shakiro parece estar encantado con la idea de convertirse en un símbolo del barcelonismo gracias a su desempeño con los micrófonos. Un ejemplo: es posible que ninguno de ustedes le recuerde a Piqué ningún partido de esta temporada tanto como su famosa rueda de prensa del 10 de septiembre. Y eso, amigos, es sospechoso.

Hay otro asunto especialmente molesto: que Piqué se convierta en un héroe de la afición por decir obviedades como que le suena a sinfonía que le piten en el Bernabéu es la prueba exacta de la escasa autoestima de cierto barcelonismo. Después de tantos títulos, tanta gloria y tantos superjugadores, necesitamos que un pájaro salga a decir chuminadas que molesten a Toñín el Torero para sentirnos mejores. La ristra de «zascas», «megazascas» y mierdas que lleva el Twitter después de una rueda de prensa de Piqué habla de que parte del pueblo azulgrana se sigue sintiendo extrañamente acomplejado frente a la cosa mesetaria.

Como sabrán, Piqué ha hecho cosas peores que decir obviedades. Ha insultado y provocado a energúmenos como Arbeloa o la afición del Espanyol. Además de jodernos el karma, sus ocurrencias son peligrosas: el primero debe llevar un mes entrenando con la ilusión de poder cobrarse ese «cono-cido» con una buena hostia marca de la cosa casa. Por no hablar de la Camacha, que nos la trae al pairo, pero ya saben que Ramos anda indignado y que Del Bosque tiene ahí un buen marrón. De la afición del Espanyol, pues oiga: podía haber esperado a otro día, que luego los que se jugaron la salud en Cornellà fueron sus compañeros.

A Piqué tampoco le ayuda, seamos sinceros, el hecho de que evoque con tanta precisión un trauma, una fobia y un símbolo del barcelonismo que queremos superar llamado Carles Rexach: él también era de la Barcelona upper, también un galán en sus tiempos, también simpático y parlanchín, tanto, tantísimo, que es ya casi medio siglo de vivir del soci. Los paralelismos son alarmantes, más si se observa la proximidad de los parientes de Piqué al régimen.

Y a pesar de todo lo anterior, un nombre: Muhammad Ali.

Nadie fue tan bocazas, tan astuto para provocar al rival, tan amigo de los micrófonos, tan ególatra. Y fue el más grande. En menor medida, hemos conocido a muchos artistas de la palabra que con su descaro ayudaron a ahuyentar el victimismo culer: piensen en Cruyff, en Stoichkov, en Laporta, en Dani Alves. Pero ocurre que uno sospecha que la chulería de los anteriores nacía de un lugar muy futbolístico, de su palmarés o su ascendencia sobre los compañeros. Con Piqué, uno duda. A pesar de su veteranía, el vestuario ha evitado reiteradamente verle de capitán. Y tal vez sean cosas nuestras, pero uno intuye que la descomunal autoestima de Piqué le vino dada mucho antes de levantar trofeo alguno. Bien podría venirle de la cuna misma, y cuesta empatizar con eso.

Ya lo ven: Bocachancla anda suelto, pronto le caerá un micro entre las manos y la cosa será así durante muchos años. Si viven esta antipatía sorda e impopular, consuélense. Peor, mucho peor, lo tendrían siendo del Madrí.

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