Los nuestros

Las notas (y III). Placer contra natura

19 julio , 2017

Hacer el Erasmus teniendo por compañeros de piso a Ferran Adrià y Joan Roca, picadísimos ambos entre sí por ver quién cocina más y mejor. Ennoviarse durante un tiempo con una par de top models de Victoria’s Secret en un trío feliz, armónico, laborioso y buen amigo de la contorsión. Haber gozado durante años de Messi – Suárez – Neymar. Son placeres que disparan nuestra católica hormona de la culpabilidad, placeres que no existen en el mundo real de la gente que madruga y paga hipotecas. O que de producirse, se dan una vez en toda la eternidad.

La magnitud del fútbol que han brindado este año los tres de arriba es de un nivel irrepetible. Pasará el tiempo y la gente dirá que en la 2016-17 ganamos una triste Copa, una Supercopa y ya. Pero amigos, lo gozado estará ahí, en nuestro maravilloso cutis, en nuestro insólito vigor y en una formidable esperanza de vida. Entre la Bestia Parda, la Cresta Parda y la Mala Bestia han acumulado 111 goles, 67 asistencias y un catálogo de asombros para recordar. Todos ellos, cada uno de los tres, se han follado alegremente a ese artefacto conocido como BBC, multicampeón de todo pero mínimo en su aportación.

Uno podría lamentar que Alcácer y Arda no han estado a la altura, pero por favor, quién lo está, y qué más queremos. De hecho, el debate ya no radica en cómo mejorar el asunto, sino en si es posible perpetuarlo. En este agujero estamos convencidos de que tener al mejor del mundo y al segundo mejor del mundo en un solo equipo durante tanto tiempo es un raro milagro, que atenta contra las leyes de la economía y de la lógica. Ahora, cuando se especula con la partida de Neymar al PSG, uno no puede sino asentir y decir que nada sería más normal: también lo fueron los adioses de Touré, suplente de Busquets que pasó a ser el mejor pagado de la Premier, o de Bravo, porterazo único con menos recorrido que Ter Stegen.

Mientras el jugador se lo piensa, el club lo observa horrorizado e impotente y los sabios nos hablan de un equipo más equilibrado tácticamente, nosotros sólo podemos afirmar que este año, el mítico 2016-17, ganamos 20 quilos de peso durante el día con Ferran y Joan que quemamos por la noche con aquel par de amigas tan esforzadas. No sabemos si merecimos tanta suerte; nos queda el recuerdo de este tiempo de prodigios.

Messi. 10. Mejorado. El nivel mostrado por La Bestia Parda desde aquel lejano agosto en que compareció rubio a nuestros sueños más húmedos no tiene comparación en su vida. Su cumbre hasta ahora era la 2010-11, cuando destruyó a La Banda y al United en Champions, cuando el Barça lo ganó todo. Pues bien: si entonces sumó 53 goles y 24 asistencias, ahora se ha quedado en 54 y 18. Parecería menos si no fuera porque ahora ha jugado por la derecha, organizando al equipo y más lejos de la portería.

Su fútbol, más maduro y consciente del caos que se desencadena en el terreno de juego, ha sido el más completo de su vida. Sin necesidad de un socio de banda siamés, ha convertido el fútbol en un espectáculo permanente, en un festival de logros inauditos semana tras semana. Para completar sus gestas, completó formidables micciones en territorios malditos como Mestalla, Sevilla, el Calderón y el Aberno. Cada uno de esos días, uno sintió un ensancharse el corazón, un tocar techo, un nirvana que ni ocho Champions de esas de Bosingwa. Puede que con los años alguien esté tentado de pensar que igual en este tiempo de Messi se pudo ganar más o se le pudo utilizar mejor. Tal vez, pero sus proezas, unidas al conocimiento de que esta temporada avanzaba ya hacia los 30 años, han convertido la cosa en un espectáculo tántrico de primer orden.

Para añadir fantasía al asunto, La Bestia se ha aficionado al noble arte del póster, y nos dejó su ataque de furia en Valencia, su momento Braveheart ante el PSG, en una imagen que nos acompañará sin duda durante el trance de la muerte, y la estampa dedicada a Ali y Jordan del Bernabéu. Por el camino, el eslálom a los pericos, la exhibición del Pizjuán, el enero de faltas directas… Hasta el último minuto de Liga, de esta Liga perdida, hasta el último minuto fue puro caviar.

Alguno podría pensar que en un año de tan pocos títulos, al mejor jugador de un club hay que pedirle responsabilidades ante la falta de metal. Bien, a todos ellos les decimos que en esta Caverna firmaríamos no ganar nada en toda la eternidad y seguir disfrutando de este ente sobre el campo. Y a todos ellos les diríamos que se empollaran este vídeo.

Luis Suárez. 9. Imparable. En cierta ocasión me vi cara a cara con un escualo en mar abierto. De modo absurdo y mereciendo claramente un Darwin Award, a mi cabeza vino una certeza: aquel bicho era tan grande que no sería capaz ni de abrazarlo. Con el tiempo, expliqué que era «como una cabina de teléfono de las de antes». Con todos ustedes, Luis Suárez.

Al angelito que convive con los dos mayores artistas del planeta se le reconoce poco su fútbol. Tal vez comparándole con las toies del rival (con Cristiano, con Benzema, con Bale) se comprenda mejor dónde anda. Cerró el año con 37 goles (alguno delicioso, como éste o éste) y 21 asistencias: son números que en cualquier otra era definen no al mejor jugador de un equipo, sino al Balón de Oro con el pito fuera. Pero su era es ésta y Suárez es un mayordomo de lujo para La Bestia, a quien no sólo crea espacios y regala desmarques, y a cuya paz mental contribuye fuera de los terrenos de juego.

Este uruguayo de hormigón ha vuelto a cuajar un año para el recuerdo, del que queremos destacar en una de sus virtudes menos aplaudidas: esa fuerza física, esa contundencia que a veces nos hacen pensar que su próximo destino son los Pacers para hacer de pívot dominante con sus 182 centímetros de altura. ¿Les parece un chiste? Pregúntenle a Navas, a los ignotos chavales del Eibar, al amigo Godín, que rebotó donde habitualmente el rival sale volando, y ah, placer supremo, pregúntenle al tal Nacho qué tal le fue en su intento de desplazar un contáiner del puerto.

Alcácer. 5. Espectador. A menudo hemos hablado mal de esos futbolistas que, pudiendo compartir vestuario con Messi y pasar así a la historia del deporte, prefieren minutos y mierdas en otros lados. Nos parece un error y somos de Paquito. Comenzó el año aterrorizado, devorado por los nervios y sabiéndose el hazmerreír de medio mundo. Pero un día tuvo a bien marcar un golito en clamoroso bursai y desde entonces se comportó como el jornalero humilde que siempre ha sido. Jugó poco, no nos puso en ridículo, marcó en una final de Copa y sí, hizo lo que haríamos nosotros: mirar a Messi con la boca abierta, prácticamente no atreverse ni a abrazarle y salir del campo mandando un mensaje a los colegas: «Creo que sabe cómo me llamo».

Neymar. 9,5. Heredero. El Neymar de la 2016-17 es el coloso que lidera el 6-1 al PSG base de fe, arte y competitividad: suya fue la remontada de todos los tiempos. Es el jugador que aguanta tarascadas e insultos en todos los campos de dios para seguir pidiendo el balón y meándose al personal. Es el único futbolista del planeta capaz de superar a La Bestia Parda en regates con éxito. Es un tío generoso que se va hasta las 28 asistencias, incluyendo siete penaltis que acaban en gol. Es, sencillamente, el futuro de este deporte y el mejor futbolista de entre los que habitan en este planeta Tierra.

El Neymar de la 2016-17 es un tío que te hace preguntarte qué sería si no lo tuviéramos en banda; también es un tío increíblemente negado de cara a puerta y que acaba el año con sólo 20 goles, cuando por juego y ocasiones debería haber superado de largo la treintena. Nos queda el consuelo de que volvió a marcar en una final, con lo que acumula un registro messiánico de cinco tantos en sus siete finales jugadas de azulgrana.

Si Neymar tiene el buen gusto futbolístico y la sabiduría histórica de saber que éste es su lugar, nos queda seguir disfrutando de este portento, el Garrincha de nuestra era, capaz de lograr un tanto como nunca habíamos visto y que es, sin duda, el mejor de los que metió el Barça en un año prolijo en maravillas.

Pero lejos de la cosa prosaica del gol y los resultados, las maravillas que ha dejado Neymar en una sola temporada equivalen a lo que muchos grandes dejan en toda una carrera. Su fútbol de calle, a cara de perro y lleno de engaños llevan a la carcajada, al gusto por el fútbol y la vida, a alegrarse de haberse molestado uno por ver cualquier partido de mierda sólo por esos seis segundos de inspiración.

Ustedes se estarán preguntando, llegados este punto, por qué no le pusimos el 10. Es por una acción que tuvo el terrible precio de una Liga. Un fallo terrible del que alguno no nos podremos olvidar fácilmente, sobre todo por la calidad sin límites del hombre que lo llevó a cabo (a los 5 minutos 7 segundos del vídeo)

Arda. 0. Infame. Este ladrón turco se cansó de correr en el Atleti y bien lo demostró en esta casa. Entendemos que ya hablamos de él en pasado, porque su continuidad no llevaría sino a una dinámica de quema de contenedores y disturbios en esta ciudad acostumbrada a todo. De Arda sabemos de su enorme calidad y de su buen humor, que le han granjeado la amistad de La Bestia Parda, en uno de los pocos defectos que se le conocen al Dios del balón.

Arda ha presentado un maquillaje este año propio de Carmen de Mairena, con 13 instrascendentes goles y siete asistencias prescindibles. También nos deja la vergüenza inolvidable de esa pérdida de balón ante Verratti como último tío en el Camp Nou (por último se entiende que Ter Stegen estaba en el área rival). Pero si vemos en Arda a un maldito traidor es sencillamente por esa puta falta a Marcelo en el último instante del partido en el Camp Nou. Sin su imbecilidad, tendríamos una Liga más. Nunca jugadores frívolos: se vaya al infierno; sepa que nadie sino los croupiers del casino le echarán de menos en esta ciudad y que el pueblo azulgrana le recordará así por siempre jamás.

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