Frivolidades

Negros, SA (I)

9 enero , 2018

Ustedes han estado ahí. Primero de año, resaca monstruosa y en la puta tele, a todo volumen, el 40% del PIB europeo aplaude a una orquesta. No puede resultar más elegante, esa movida vienesa, y no pueden ustedes albergar mayores anhelos de violencia, destrucción, alaridos e iconoclastia: imaginen que en ese homenaje a la alta burguesía centroeuropea, por algún error, irrumpiera en el escenario, feliz y bárbaro, Lars Ulrich en gallumbos aporreando su batería. Qué momento feliz y qué carcajada nos debe la vida.

Por esa razón en este agujero hemos convertido el tedioso debate sobre la calidad de Paulinho en una reflexión sobre el humor. Joder, no me dirán: en el sacrosanto tiempo del Mozart que fue Xavi, un tío apellidado Becerra y que lo más parecido a un rondo que hizo en su vida anterior al Barça fue lanzar melones voladores a delanteros chinos.

Es posible que con la edad uno se vuelva voluble, que la psique intuya que el momento del pañal de adultos se acerca. Lo cierto es que si los perros de Pavulov salivaban, este bloguero sonríe en cuanto oye la palabra Paulinho. Ocurrió incluso al ver su nombre en la alineación del Bernabéu, momento de máximo drama y tensión -cayó una carcajada-. El mejor partido del mundo, y olé nuestros huevos morenos: Paulinho titular.

«No es un especialista en el juego de posición», ha dicho Valverde esta semana. «Se descoloca», ha añadido. Dios mío, si no es el eufemismo del año ya me dirán. Paulinho ha pasado a la historia del Totthenham como uno de los peores horrores que han visto en aquel solar. Paulinho tiene dificultades graves para pasar el balón, y al primer toque aquello se convierte ya en un Everest inalcanzable. Siendo centrocampista. En el Barça.

Lo cierto es que el tío es anárquico. Pero anárquico de carné de la CNT. Y tiene oficio y es obsesivo con su preparación física y su alimentación. Y cuando se pone a competir de azulgrana, el factor sorpresa es tal que acaba hinchándose a meter goles. Atención, no le restemos méritos: hay centrocampistas con llegada que cuando acompañan el ataque, se plantan a escasos metros del área para ver si les llega un balón repelido. Otros, más intrépidos, se plantan en la media luna. Algunos aventureros elegidos se infiltran hasta el punto de penalti. Nuestro héroe, amigos, no tiene inconveniente en llegar hasta la línea de gol. Y se parte. Piénsenlo: ¿qué hay en la cabeza de un tío que se sabe centrocampista y que decide correr, cual Forrest, en línea recta, hacia la red de la portería rival sin frenar nunca? Lo ignoramos. Pero nos fascina y nos parece tremendamente cómico.

Hay otra cosa: seguramente por los misterios de la Química, el Libro de las Jerarquías y por el factor Neymar, cada vez que Messi le avista en el horizonte, sonríe. Suponemos que seguramente no se puede creer el montón de aberraciones que le ve cometer; suponemos, además, que prefiere tener a Paulinho que a Arda o André Plomes a su vera.

Y para dejar bien arriba el nivel intelectual de esta aproximación a un fenómeno asombroso, quiero compartir con ustedes la confidencia que me hizo un celebérrimo periodista -y referente profesional- en breve conversación. Afirmó, convencido, que Paulinho tiene cara de cagar muy fuerte. Creo que la clava.

Miren ustedes. El fútbol es raro. La vida, misteriosa. Y Paulinho, always in my team.

 

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