Fútbol remoto

Una pelota en el desierto

3 septiembre , 2009

Como bien dice Raúl, esta Caverna ha quedado bastante abandonada durante quince días a causa de un viaje Jordania. Afortunadamente para él, en esa zona extraordinaria también se vive el fútbol y no está demás hablar de ello ahora que esa conspiración llamada fase de clasificación para el Mundial ha vuelto a dejarnos huérfanos de fútbol.

En ese lugar convulso y único no ha nacido aún ningún Zidane y su tradición futbolera es escasa. La superpotencia futbolística de la región es Israel, en el número 25 del ranking Fifa. Jordania jamás ha tenido ningún equipo legendario y es la 122. Pero a falta de calidad, sobra pasión. Primera sorpresa: los musulmanes de Oriente Medio son tan del Barça como los botiguers de Les Corts. La cosa tiene un mérito extraordinario teniendo en cuenta que nuestro escudo presenta una cruz de San Jorge clamorosa, y en esas tierras ese emblema es sinónimo de cruzados sangrientos.

Uno de los más recordados es aún Raynald of Châtillon, un psicópata del crucifijo que ha pasado a la historia por las torturas que realizaba en su castillo de Karak (foto). La fortaleza es el mayor atractivo de esta pequeña localidad y a sus pies se juega cada día a fútbol. Los partidos comienzan por la tarde y acaban pasada la media noche, cuando un vecino enloquecido aparece en pijama amenazando a los jugadores.

Obviamente, me uní a la pachanga y comprobé que la asombrosa hospitalidad de esta gente llega al fútbol: mis compañeros de equipo me daban cada balón bueno que podían para aplaudir entusiasmados los aciertos. Dos palmadas en la espalda y un respetuoso silencio seguían a los errores. ¿Y cómo juegan? Con regates y fantasía, con entradas duras pero bienintencionadas, con litros de sudor y mucha alegría. Bien haría Txiki en pasarse por la plaza de Karak, donde las cruces del escudo del Barça están tachadas pero se juega como si Cruyff diera órdenes desde la banda.

¿Han cantado Banda? Sí, el Madrí también tiene muchos seguidores en la región. Zidane hizo mucho por ello, pero un cocinero fue quien mejor me explicó por qué los blancos generan tanta simpatía: «Alá Madrid!», exclamó, mirando al cielo. La Premier y el calcio, por cierto, no existen en la región. Será que tienen buen gusto.

Otro lugar donde no esperaba toparme con la grandeza del fútbol fue en pleno desierto de Wadi Rum, donde nos acogieron cuatro hermanos menores de edad. El que tenía siete años ha oído hablar de Ronaldinho, saluda como él y juega descalzo por las arenas infinitas que rodean su haima. Con su inocencia de saltimbanqui me hizo recordar que el 77% de los culés viven fuera de España. Si alguna vez visitan esas soledades, le reconocerán fácil: se llama Mohammed y le dejé ensayando cómo aguantar el balón en la nuca. Todavía no sabía hacerlo pero sonreía igualito que el crack.

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