Ali-Foreman

Los maestros del fútbol (IV). La plegaria.

1 mayo , 2011

 

 
 
Bundini fought it, but a smile began to tickle his lips.
“Bundini, are we going to dance?”, asked Ali.
“All night long”, said Bundini.
“Yes, we are going to dance”, said Ali, “we’re going to dance and dance”.

 

The fight.

Ustedes me perdonarán que se lo estropee, pero probablemente ya todos saben que al final venció Ali. Y uno puede tomarse el lujo de echar la vista atrás en busca de los detalles de aquel combate legendario para encontrar en qué momento ser torció todo para Foreman y en qué instante se gestó el triunfo de Muhammad.

 

Tal vez la respuesta se esconda en lo que ocurrió en los vestuarios, instantes antes de que saltaran al ring. Alrededor de Ali había el siniestro silencio que sólo se produce en los velatorios. Estaban muertos de miedo. El hombre más cercano al boxeador, Bundini, se enfadó con él porque rechazó la indumentaria que le había elegido. Ni siquiera le miraba. Y Ali comenzó entonces a repetir el mantra que mejor representaba su joie de vivre: les aseguró que bailaría. Así lo recuerda Mailer: “Y les dijo ‘Voy a bailar’. Juro que empezaron a llorar. Les levantó el ánimo”.

 

Mientras, en el vestuario rival, se repetía el ritual de todos los combates y nadie tenía dudas. Como siempre, justo antes de salir al cuadrilátero, los hombres de Foreman se unieron en una plegaria. Pero Archie Moore, el viejo artista del boxeo, no rezaba lo mismo que ellos. “I was praying, and in great sincerity, that George wouldn’t kill Ali. I really felt that was a possibility”.

 

Llegado el momento decisivo, con un Barça que acaricia la Liga, con una Banda afónica de celebrar su primer título en tres años, uno puede preguntarse cuánto quieren esta Champions unos y otros y cuánto creen merecerla. Es legítimo preguntarse si acaso no habrá madridistas que recen en silencio por una derrota del equipo sucio en que se han convertido. Si no habrá centenares, miles de Archies Moore que censuran en silencio el repugnante engendro parido por el Tito Floren y sus Quincazos portugueses, merengones que simpaticen con Messi y su sinfonía.

 

Amigos barcelonistas, ustedes saben que la suerte de la eliminatoria no está echada, que queda mucho por demostrar. Pero acéptenme el consejo: no sufran, no se angustien. Al contrario, disfrútenlo. El martes vamos a bailar.

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