Bajas pasiones

El arma del delito

1 septiembre , 2011

 

 
 
 

*Este artículo fue publicado en El Mundo de Catalunya el 6 de octubre de 2006, hace casi un lustro. Llevaba por título La famiglia del Espanyol. A ese diario, a los buenos de Paco, Amadeu, Brunny, Carballo, Germán y Corpas, les costó cinco temporadas de veto por parte de los protagonistas de esta trama.

 

Si existiera un infierno futbolístico, Tamudo y De la Peña deberían preocuparse. El Espanyol vivirá en crisis mientras así lo quieran: son los dos futbolistas con más talento del equipo blanquiazul, los empleados mejor pagados del club y -lo más grave- los líderes del vestuario.



Ocurre que ambos, otrora internacionales con España, son amantes de las grandes citas, de los partidos en abierto, de los choques a vida o muerte. Y para desespero de Valverde, estos partidos no llegarán hasta la primavera.


Ni siquiera el taquicárdico final del pasado año ha servido para espabilar a dos veteranos que deberían mostrar el camino a una plantilla llena de nuevos fichajes y bisoños canteranos. El plan de Tamudo y De la Peña es claro: despertar en abril, sufrir hasta junio y rezar para que haya, entre recién ascendidos, equipos vascos y habituales del sufrir, tres conjuntos más incompetentes que el blanquiazul.


Pero su ausencia no será un dulce sueño. Como un Vito Corleone bicéfalo, andan metidos en oscuras maquinaciones. Dada la ausencia de su sicario predilecto, Pochettino, que hacía las veces de Luca Brasi en el vestuario, han encontrado en Luis García a un digno sucesor, un Albert Neri pelopincho y mortífero. Sus críticas a Valverde no fueron sino la entrega formal al técnico de un pez muerto. En estos asuntos, la mafia suele ser infalible. Lotina aguantó porque no se le encontró sustituto y porque Montjuïc, con toda justicia, le adoraba. Pero vista la elocuente ambigüedad del club, bien haría Valverde alejándose de la ribera del Besòs.


Como buen delantero de extrarradio, Tamudo goza de un olfato privilegiado. En el ataque espanyolista ha derrochado habilidad y una tremenda capacidad de sacrificio que a punto estuvieron de llevarle a un grande. En lo social, su instinto es aún más afilado: sabe que, por tradición, el perico tiene asumido su rol de tripulante vitalicio del furgón de cola de la Liga. Sabe también que nunca un equipo blanquiazul había alzado dos títulos, como ha hecho él, y piensa aprovechar al máximo el crédito que les supuso su gran triunfo copero del mes de abril. Su importancia como atacante está fuera de duda, pero su condición de capitán es un veneno letal para el Espanyol.


De la Peña, por su parte, capitalizó los sueños de toda una generación de futboleros pero ha completado una carrera de trotamundos de segunda que le ha marcado con la mirada torva y desconfiada de los niños malcarados. En Montjuïc deslumbra cuando quiere, pero ha convertido a Fredson en alternativa, a Costa en indiscutible y a Jónatas en salvador.


Si existiera un averno balompédico, Tamudo y De la Peña tendrían un lugar garantizado en el quinto círculo, donde purgarían su acidia, que Dante definió como el vicio que entristece el alma sin motivo hasta sumirla en la gandulería más profunda. Queda por constatar si también serían bienvenidos en el noveno, reservado a los traidores.

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