Cruyff

El tocador de Sandro XIV

20 enero , 2012

Cuando Rosell vivía en la comodidad de la crítica a LaPotra, se dolía a menudo de la inquina con que le trataba Cruyff. Humilde, sonreía y explicaba que de niño tenía un póster de Johan Vader en su habitación. Mucho me ha turbado ese relato. Chirría en un punto clave: ¿de verdad un predestinado como Sandro XIV, alguien de su pedigrí, tenía pósters en su cuarto?

Uno trata de imaginarlo y resulta poco creíble. Al niño Sandro le visualiza uno entre afanosas criadas de habla castellana, en una casa grande, de pocas preocupaciones, relucientes candelabros, sordas vanidades y lujosas arañas en los techos. En su amplio y ventilado dormitorio, el niño Sandro, culer de bona casa, tenía un lugar privilegiado su mesita de noche, con sus estampitas del niño Jesús, su lucecita. Y junto al armario, su rincón predilecto: el tocador Marie Antoinette-Grange. En sus cajones guardaba sus secretos, trabajos por los que le habían felicitado en su exclusiva escuela trilingüe. Y por supuesto, las fotografías de sus ídolos del balón.

Uno puede ya imaginar cuáles eran sus estampitas futboleras predilectas. Estarían sin duda las de Migueli, Fusté y Rexach, a quienes convirtió en asesores personales al acceder a la presidencia. Entre estos tres colosos, iconos del Barça segundón y lacrimógeno, jugaron la friolera de 40 Ligas, pero ganaron sólo tres. Los árbitros, ya saben. El tocador de Sandro oculta otros preciados tesoros: ahí está Carrasco, que en once temporadas logró una Liga. A Sandro XIV también le gustaba el Lobo porque mirando su facha de roedor evoca el decisivo papel de Núñez, su gran president, su espejo e inspirador, en la cantera del Barça. ¿No fue él quien abrió la residencia de jugadores?, recuerda a menudo Sandruscu, que jamás asumirá que Núñez es un delincuente condenado a seis años de prisión.

Sandro siempre fue sensible a los desfavorecidos. De pequeño participaba con gran devoción en el Domund, y de ahí que en ese rincón de intimidad guardara también vestigios de su amor a las secciones minoritarias. Lo prueba su fotografía de Urdangarin, de quien los voceros del club han dicho recientemente que es «historia del Barça». En algún lugar oculta también los titulares de prensa de los fichajes de Ronaldinho y Deco, fichajes que le colocaron en el imaginario colectivo como un directivo audaz, moldeado en una multinacional, con buen ojo para ir al mercado, extraordinario gestor. El tesoro de Rosell lo completa un pequeño capricho, aquel autógrafo que pidió a Butragueño, ¡tan fino, era! No se escandalicen, es sabido que Sandro compartió siempre esos valores aristocráticos del gran rival: noble caballero del honor. Por eso jamás romperá relaciones con la mafia futbolística de su amigo Florentino.

Esas son las joyas más íntimas del universo Sandro, horizonte al que lleva al club. ¿Echan de menos a los ganadores? ¿Añoran a Koeman, Rijkaard, Xavi, Piqué, Messi o Guardiola? No caben en el club que sueña Rosell: todos ellos confraternizaron con el hombre del póster que nunca estuvo allí.

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