Nunca vistos

Los nunca vistos (X): Ch.

3 julio , 2012
 

Muchos de los que jugaban y entrenaban con él nunca supieron su nombre. Sí su apellido, un monosílabo japo. Por eso, por su condición de portero, su gesto adusto y sus reflejos felinos, para muchos siempre tuvo algo de ninja o de monje shaolin.

Ch. era portero de fútbol sala de noche e informático criado en L’Hospitalet de día. Había jugado en el Barça y creo recordar que también en la selección catalana en categorías inferiores. No era una bestia musculada, ni un armario de 1,95 de los que se estilan en la elite del futsal. Era un tío delgado de estatura media. Eso sí, en los estiramientos tenía la costumbre de descansar la oreja sobre la rótula.

Esa flexibilidad y sus reflejos le convierten, de largo, en uno de los mejores porteros que he visto jamás. Con mucho, era el más poético. Gritaba poco, a penas sudaba y era sólo correcto con los pies. Pero hacía paradas imposibles. De todos los goles que dejó en el limbo y de toda la euforia que frustró, nada fue comparable a lo que le vimos hacer en el pabellón municipal de Almuñécar, Granada, donde nosotros, el Olesa de Montserrat, se jugó el ascenso a la División de Plata en junio de 2001. A la ida, cómoda victoria por 7-2 ante el campeón de Andalucía. El partido de vuelta era una encerrona en toda regla a la que acudimos sin portero suplente.

El rival, que por lo demás era un equipazo, marcó el 1-0 en el primer minuto y el pabellón entró en erupción. La presión en la pista era asfixiante, y la de la grada, peor. Además del rival para ascender tras un año de éxitos, éramos catalanes en los albores del aznarismo cafre. Nunca olvidaré que en una carrera de calentamiento desde media pista hasta el córner acumulé siete escupitajos en la camiseta. (Fue toda mi aportación al juego, habida cuenta de que no llegué a jugar). Vi desde allí cómo Ch. sufría un bombardeo brutal en los primeros diez minutos. El Olesa estaba bloqueado y los ataques caían de todas partes. Pudo encajar cinco o seis más pero la suerte estaba de su parte.

Pero una acción finiquitó el partido sobre el minuto 12. Dos atacantes solos en el área ante Ch. Perfecto pase de la muerte con el portero caído al suelo en el primer palo para el remate a placer en el segundo. El verdugo remató limpiamente y a placer. En ese momento, aquel héroe silencioso se teletransportó (¡fs!) por encima de la línea de gol al encuentro del balón. Increíblemente lo atrapó con una mano. 3.000 pares de manos andaluzas se posaron en sus respectivas cabezas en señal de lamentación. Algún jugador del rival se echó al suelo en señal de desesperación. Y el inconmovible Ch., que nunca celebraba una parada, se levantó con un gesto simple y elevó el balón, que agarraba como si fuera un recién nacido o una canica, mostrándolo a todo el pabellón.

Después de aquello, el rival supo que no ganaría y se hundió. Empatamos y enfriamos el partido para acabar cediendo un cómodo 3-1, nos sobraron tres goles y subimos a Plata. Al día siguiente, la crónica del diario comarcal Regió 7 ni siquiera nombraba a Ch. Los que le vieron aquella tarde en Almuñécar difícilmente habrán olvidado al portero silencioso que hizo la mejor parada que jamás habrán visto.

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