Actitud

2008

8 febrero , 2014

Vaya por dios: el fin de semana nos ha cogido trascendentes. Ocurre que hace seis años que nacía este blog. Sucedió un fin de semana en que Xavi tiraba de un equipo que llevaba meses muerto hacia una remontada en que sólo creímos cuatro enfermos y que, por supuesto, no llegó a producirse. Uno ve aquella foto, aquel deslumbrante Xavi a punto de entrar en ignición, y recuerda que dentro de la enfermedad y de las aguas estancadas había también vida y talentos en los que creer. Ahora, cuando llevamos año y medio de alejamiento del que fue el equipo de nuestra vida y sabemos que esta directiva nos devuelve al abismo de la mediocridad, ahora que se cumplirá un año del 0-7 ante el Bayern, ahora es cuando nos urge volver a 2008.

De aquella tristeza surgió el mejor Barça de siempre. Se edificó sobre cuatro predestinados que sabían que su momento había llegado: Guardiola, Xavi, Iniesta y Messi. Bastó con segar las malas hierbas y espolear el hambre del seis, el ocho y el diez. Cogieron los galones y escribieron la Historia del Fútbol. También hoy tenemos piezas a las que confiar nuestro futuro: ahí está, omnipresente, ese escudo llamado Busquets. Él no ha alcanzado la cima de su carrera, que no pasa por Ligas de Campeones, ni Mundiales, ni Balones de Oro, sino por un brazalete cuatribarrado. Sabemos también que siempre podremos esperar al mejor Iniesta, cien veces más culé que el falsario Gaspart. Y ya llega Neymar: no hay otro que aúne un talento tan gigantesco con un hambre desesperada y una vitrina tan vacía.

En pleno desamor, además, nos hace mucho bien la nostalgia, nos enternece pensar en el futuro. Hablaba el otro día Cappa de pasión y de locura: ¿Han visto a Deulofeu? ¿Han visto a Rafinha? ¿También sintieron ustedes cómo Adama les driblaba la pupila en La Romareda? ¿Ya han descubierto a Samper? Las soluciones están ahí. Y sabemos, hemos aprendido, que este nuevo tiempo no comenzará hasta que apartemos de la hoguera los troncos carbonizados que ya han dado toda su lumbre pero siguen ocupando lugar. No es tan difícil: basta con ser valiente y hacer sitio. 

Vaya por dios, decíamos, porque el fin de semana nos ha cogido trascendentes.

Desde hace meses, los barcelonistas de bien comparten un secreto, portan un tabú, se cruzan miradas preñadas de miedo y de culpa. Messi. La Bestia Parda, Nuestro Hermano Pequeño, Dios Nuestro Señor. Messi. No hemos olvidado que hubo un tiempo en que nos escalofriaba diciendo que ya hablaría «el día 29». Ahora tiene un gabinete de comunicación y nos dice, y nos hiere, que primero es su hijo, y después todo lo demás. Recordamos perfectamente que hubo un tiempo en que era irrompible, ahora no se habla con su preparador físico. Y sí, existió ese tiempo en que no tenía amigos, sino socios, y abrazaba con fervor a Iniesta porque con él ganaba. Hoy ya no tiene compinches, sino amigos, esos amigos de las vitrinas enormes, los petos bienolientes y las rodillas castigadas.

Tal vez es el momento de decirlo con toda la sencillez y con toda la gravedad: no es posible el cambio sin Messi y no queremos el cambio contra Messi. Hasta el rey de España, el que puso Franco y lleva décadas instalado en la impunidad, ha asumido que para blindar su obra deberá sacrificar a una pieza de la familia. Messi, el símbolo de la pasión del mejor equipo que hemos visto, también deberá sacrificar a sus infantas, porque de no hacerlo nos esperan años de media entrada en el estadi, tiempos oscuros en que nos sentiremos más vivos bajando la basura que viendo al Barça, mil y una noches de misionero y luz apagada.

No hay cambio posible sin Messi, y más vale que Messi se sume al cambio. Sin él ni entendemos el mundo ni amamos el fútbol. Pero hay leyes que son universales y hasta a él afectan.

Despedirse, empezar, reenamorarse. Es la vida, son los años. Sólo tiene 26. 

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