Mordor

Domingo de ceniza

25 mayo , 2014

 Recordemos este domingo, 25 de mayo de 2014. Sepamos que fue el día del puñado de ceniza atascado en el esófago. Recordemos que en esta hermosa encrucijada vital La Banda acababa de ganar su Décima y nos tuvimos que refugiar en búnkeres nucleares para evitar la infección de roncerismo catódico. En ese día negro, toda la ayuda humanitaria que recibimos, todo el humo que supimos generar, se llamaba Bravo -que asustaba por su precio-, Herrera -sólo si se iba Sex- y dos tíos llamados Marquinhos e Iturbe. Pura pasión azulgrana.

Gravemos a fuego en nuestro cerebro la fecha de este fukushima culé, de este día de evitar cuñados, de desinstalar el whasapp y modificar rutinas para evitar quioscos, de ese día en que el módem se fue derechito a la bolsa amarilla de reciclar plástico y en que el televisor se convirtió en un inerte reflejo de nuestra alma. Hagamos todo eso y recordemos que no debemos semejante horror a Sergio Ramos, con mucho el mejor central del mundo, sino a un tal Sandro Rosell, que recibió un equipo histórico y en tiempo récord lo convirtió en una imponente mediocridad.

Ya sabemos que estos años en blanco y los éxitos de Sauron espolean a los nuestros más que ninguna promesa veraniega en ninguna portada de ningún diario. Y comprendemos que también el aficionado necesita recuperar la ilusión de afrontar unas semifinales europeas con más entusiasmo del que siente al cepillarse la dentadura cada mañana. Pero mucho parece que los causantes de este funesto letargio deportivo, esta directiva dedicada exclusivamente a atizar a Guardiola, boicotear a Messi y cerrar negociets, vivirá este día plácido en el Empordà lamentando que la paella está demasiado hecha y que el cuarto árbitro añadió cinco minutos. Es lo que hay, así lo desea el soci.

 Pocos consuelos encontraremos en los próximos días, semanas y meses. Uno: agradecer que no la ganaran con Mourinho. Dos: el grotesco papel de CR Ceja, que nos recuerda que nadie en el mundo fuera del propio madridismo siente el menor aprecio por este equipo que gana finales con el escudo y sin legar al fútbol otra cosa que sudor y casta. Tres, que tal vez ahora acaben años de sorteos increíblemente benévolos. Cuatro, que esto tenía que llegar: tanta obsesión -llegando al extermo de tirar deliberadamente varias ligas sólo para estar frescos en Europa- y esa inversión multimillonaria, superior incluso a las de los peores jeques y oligarcas, hacían inevitable que esto acabara llegando. Y cinco: que tal vez, sólo tal vez, esto convenza a Bartomeu y al resto de sus nuñistas de que no tienen ni idea y de que les conviene que Luis Enrique no sea sólo un buen paraguas, sino el tío que manda de verdad en el club.

El resto ya lo conocen: prohibido asomarse hoy al balcón, escondan la farmacopea, aférrense al sofá, inspiren, expiren, y si pueden, vuelvan a inspirar.

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