Bandoleros

El número negro

8 febrero , 2015

Bastaría con decir que el siete es el número que lució Alfonso Pérez en el Camp Nou. Que el pobre Pedro no es ni la sombra de sí mismo desde que lleva tal dorsal y que el mismo Gudjohnsen llevó el siete; sorprendentemente, lo hacía sin conjuntarlo con un pasamontañas. Hasta Larsson y Villa comenzaban a oler a pañales de adulto cuando llevaron ese número de azulgrana. Y ojo, que ahora viene cuando se les congela la sonrisa y comprenden que hablamos aquí de asuntos chungos de verdad: no es ninguna broma que el siete fuera el número de Rexach y también el de Carrasco. ¿Qué número iba a tocarle, con esos antecedentes, a Saviola? Como hay dios.

Sabrán ustedes que las parejas se cornean a los siete años, y acaba el amor y vuelan los artefactos. Siete eran las plagas bíblicas, siete los pecados capitales y siete los minutos que duró la agonía de los penaltis de Sevilla. Y sí, el cabrón rubio que les levantó la novia un verano, ¿se acuerdan? La matrícula de su Kawasaki acababa en siete. ¿Y acaso no son unos cretinos los vecinos del séptimo?

 El bucle diabólico de este número no termina nunca: 70.000 fueron los espectadores en la final de Atenas y no es sorprendente que Barjuan luciera el siete aquel día. El Tamudazo se produjo en una jornada 37, con el infame Motta saltando al campo en el minuto 77, para sustituir a Gudjohnsen que, lo hemos dicho y seguimos flipando, llevaba el 7; y 17, cómo no, fueron los segundos de horror que pasaron entre el gol de Van Nistelrooy y el hachazo de Tamudo.

El influjo de este número maldito es tan chungo, pero tanto, que ni los 17 se han salvado. Lo adivinan ustedes, ahí están Amunike, Mendieta o Petit. Y ojo, conversación en las oficinas de Aristides Maillol en un mes de diciembre de 1997, tiempos de pleno nuñismo:

-Que hemos fichado a Bogarde.

-Ni puta idea.

-Sí, joder, un negro que da miedo. ¿Algún número disponible?

-El 17 y que se joda.

Qué decir de Song, que eligió el dorsal por sus 17 hermanas, durísima infancia aquélla. Cuando Bojan subió al primer equipo, sin duda comenzó a joder su carrera por un cálculo aritmético que le llevó a elegir el 27.

¿Cuál ha sido el futbolista más sobrevalorado de los últimos 20 años? Becan. ¿Y qué dorsal le encantaba? El siete. Y digámoslo ya. Raúl llevaba el siete y nos mandó callar en el Camp Nou, y Cristiano Ronaldo, símbolo de toda la miseria que amenaza el fútbol (los jeques, Mendes, el moreno UVA, Roncero y el clembuterol) es con toda lógica la encarnación mundial del número siete.

Ya que buceamos en el contáiner, les gustaría saber que en las elecciones que auparon a Rosell a su mandato de miseria y decadencia votaron 57.000 pájaros, y que Núñez desembarcó con su odio al fútbol en los 70, tras unas elecciones en que gozó del deshonroso favor de un Casaus que obtuvo el ¡23,77%! de los votos.

En fin amigos. Que llega esta fecha y este agujero tiende a cumplir años, y uno se acojona porque este año son precisamente siete. E inevitablemente recordamos que el único siete que contó para nosotros se llamó Judas Iscariote, era un portugués con brazalete al que queríamos; nos robó el corazón y orinó en la herida y nos enseñó lo que era el significado de la palabra traición. El 7 siempre será su número, el de la infamia y la deshonra. Y queríamos decirles que no sufran, que mejor o peor, este rincón sobrevivirá a sus siete años con el noble y civilizado propósito de perturbar la paz de todos esos sietes que intentaron, sin éxito, acabar con nosotros.

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