Culturas

Río del Oro

19 diciembre , 2015

«Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos».

Rayuela, Julio Cortázar

Ri-ver-Pleit son tres sílabas mitológicas que han mecido muchas infancias futboleras. Ayuda el jugar en El Monumental, un estadio que ya estaba ahí en 1938, ayuda esa franja roja en el pecho, ayuda un rival terrible como ese engendro llamado Boca Juniors. River Plate es Enzo Francescoli, El Príncipe, y el arte de Ariel Ortega o El Muñeco Gallardo y aquella pasión bonaerense.

Parte de la historia del fútbol sudamericano se escribió en bolígrafo rojo sobre papel blanco y ahí están las leyendas de Labruna, de Pedernera, La Máquina. River son 35 títulos domésticos y la asombrosa historia de su reciente descenso y posterior resurrección hasta coronarse como mejor equipo de Sudamérica. River, Los Millonarios, los más elegantes de esa ciudad de fútbol macho, son esos 3.737 partidos oficiales disputados, esas 2.301 victorias y esos 458 partidos internacionales, cifra cercana a los 550 del Barça. En total, los finalistas de este Mundial de Clubes han jugado 1.008 partidos internacionales y sólo se encontraron en amistosos: es la primera vez que medirán su acero.

Y aquí es donde se complica el asunto, porque River también es Di Stéfano, uno de los cuatro grandes de siempre, una leyenda a quien Messi ha torturado destrozando sus récords en el Madrid y hundiendo el blanco en los barros como nunca hizo nadie. Di Stéfano es seguramente el mayor trauma de la historia azulgrana y sobra decir que La Bestia estará encantada de mandar un nuevo mensaje al Olimpo, después de lo que hizo la última vez que se vio en éstas.

En efecto, Barça y River llevan un siglo rondándose, intuyéndose, retándose en mensajes cifrados en los postes de los estadios, pero nunca antes se habían encontrado. La suerte y esta generación única de futbolistas azulgrana ha querido que podamos asistir a este primer encuentro, que será, estaba escrito, una final de finales. Ocurra lo que ocurra, el choque viajará directo a los libros de Historia y quién sabe si será recordado como otro de los escenarios bíblicos donde Messi, el de la piedra en el riñón, se encarnó en Dios para fulminar a un campeón histórico como ya hizo con su legendario gol con el pecho.

Es muy posible que Barça y River se hayan respetado y querido desde siempre. Pero ya conocen la sangrienta ley de la selva: al otro lado de este Río del Oro sólo llegará uno.

PD y espóiler. A River se le conoce desde tiempos inmemoriales como La Banda.

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