Actitud

El bueno, el feo y el malo

24 abril , 2016

Todos sabemos que el balance que podamos hacer de esta temporada alucinada dependerá de La Potra que siga teniendo La Banda en Europa. Hasta entonces, y además de ponerle velas a nuestro Touré y a un pelirrojo, valiente atrocidad, tenemos ante nosotros uno de los sprints más agonísticos que hemos conocido para ganar una Liga. La cosa parecía hecha pero la pájara, qué les voy a contar. Así andamos. Empatados con el Atleti y un punto por encima de los Casemiros. Con sólo tres jornadas, 270 minutos, para ganar nuestra 24ª Liga y la sexta en ocho años. Este título, que ahora apenas nos ilusiona, es el cepillado de dientes de cada día y lo que nos da de comer. Ganar nos dejaría a sólo ocho títulos del Equipo de España, que nos sacaba 15 cuando llegó Cruyff al banquillo.

Las últimas jornadas nos han ayudado a situar un poco mejor a cada cual. Comencemos por nosotros: el Barça es ahora mismo una adolescente ruborosa y temblequante convencida de que cateará el examen para el que ha estudiado todo el año. Es todo inseguridades y miedos y su monólogo interior es un formidable imán para las catástrofes. El azulgrana es también el equipo de La Bestia, el tío que en una noche tonta ante el Sporting detecta el discreto olor de la tragedia inminente y se echa el equipo a sus espaldas para destrozar a una defensa que se jugaba la vida. La exhibición de Messi nos sirvió también para constatar la generosidad de su carácter: las tropecientas asistencias que regaló a Neymar para que éste las malograra una detrás de otra son  el mejor regalo para la autoestima de un fenómeno mundial que ahora mismo vive en la convicción de ser peor que Douglas*.

*Douglas es una persona que juega al fúmbol y fichó por el Barça hace un par de años para aprender el vernáculo.

A este Barça resulta difícil comprarle que logrará ganar a Betis fuera y a los despesperados Granada y Espanyol. No por su calidad: porque Messi es sólo uno de entre los 11 tíos que trotan por el campo mientras mandan oraciones al cosmos para perder el partido.

Revienta las puertas del saloon el Atleti, qué difícil no aplaudir su fe y su industrioso afán delictivo. Los de Simeone han heredado lo más tóxico del espíritu quinqui que Mourinho desplegó en La Banda y disfrutan de una certeza universal: cuando se pierde la vergüenza y se convence uno de que las normas son para los otros porque esto es la guerra y todo vale, la vida es más sencilla. Además, es el equipo más creyente del planeta: si mañana jugaran contra los All Blacks una pachanga de rugby, pobres All Blacks. Y sí, aprobarán el examen porque están esperando al profesor en su despacho armados con todo tipo de instrumentos creados para el dolor. Pueden ustedes odiarles cuanto quieran, pero síganme el consejo y respeten, no vaya a ser que El Mono les llame al timbre.

Y luego viene ese horror balompédico, la puta mierda del Mandril 2015-16, que amenaza con ganar un doblete que nos lleve a todos directos al manicomio. Ya sabemos de los poderes estratosféricos de ese escudo y de su acreditada superioridad inhumana en todo aquello que incluya el factor suerte. Se presentan al examen con una chuleta de otra asignatura y de otro año. Pero son La Banda: el vestuario ya no está echando descaradamente a Benítez y están a sólo seis partidos de convertir un año de chirigota y humillaciones en su primer doblete en 56 años, cosa que lógicamente motiva al equipo más caro del Planeta Fútbol, por encima de cualquier escudería montada por ningún petromónguer árabe.

Ya ven, amigos. La pelea es entre el bueno, el feo y el malo. Respecto a nuestra causa, algo hemos aprendido y es que la cosa de los valors y el balón gana a largo plazo pero da disgustos cuando falta ese brío colectivo del que ahora carecemos. Pero por otra parte, ya saben. Uno ve la alineación y ve ahí a La Bestia y no puede evitar saberse campeón. Que Dios nos ampare.

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