Champions

La diva en el espacio

19 octubre , 2016

«Si salen, suele ser con dificultad y a veces con mucho dolor. Muy raramente hay alguien entre sus vecinos más cercanos que comprenda del todo lo que les pasó, por lo que la vida de la persona que ha sobrevivido al ataque de un tigre se parece a la de los astronautas o las divas de la ópera después de jubilarse: cada uno a su manera, se han asomado solos al abismo».

John Vaillant, El tigre

Cuando el himno de la Champions suena, a Messi se le despiertan instintos ocultos. Allí alineado junto al resto de mortales se le ve incómodo, ladeado, volcánico, a la espera a que termine la música para arrancar su solo. Le ocurre en los grandes días. A otros les motivan desconocidos equipos austrohúngaros, escandinavos o llobregantenses. No es su caso: ruge de verdad cuando el planeta se para a observar a su equipo favorito en la mejor competición del mundo.

Esta noche era uno de esos días. En la Gran Enciclopedia de Messi, su actuación entrará en el top 40. Su top 40, amigos: hablamos de los mejores 40 sostenedores de la gloriosa historia de Victoria’s Secret. Y aun viendo el partido de soslayo, interrumpidamente, con las miserias de la cotidianidad, ése era un partido que ya habíamos visto: el City, disciplinado y vigoroso y valiente se echa en tromba a por la salida del balón del Barça. El Barça pierde diversas batallas tácticas que le llevan a esperar demasiado atrás y a tirar demasiadas contras, aunque logra evitar el sonrojo.

Pero mientras los sabios tácticos destacan esta victoria de Guardiola sobre Luis Enrique (sorpresa mayúscula en Ipurúa), en el centro del campo se produce una silenciosa guerra de trincheras en la que participan de un lado Busquets, Rakitic e Iniesta, y del otro Fernandinho, Gundogan y Silva. Los azulgrana no libran la batalla por el lucimiento, ni por la posición, ni por la inclinación del terreno de juego. Es una sorda batalla donde el trío ganador -y por otra parte el mejor centro del campo del planeta- pelea por un objetivo humilde a la par que terrible: dar el mayor número de buenos balones con el campo despejado a La Bestia. Fernandinho, Gundogan y Silva, decíamos: la Virgen les acoja en su seno.

Ahí, y en ningún otro sitio, está el partido.

El balón llegará demasiadas veces al Dios del Fútbol, que pasito a pasito, silencio a silencio y ausencia tras ausencia lleva todo el partido avisando de que está en uno de sus 40 principales. Primero derribará por partida doble a un coloso como Bravo, después le contará a Caballero que no está tan lejos de Neuer y finalmente le dirá al mundo que él mete tres como podría meter cuatro o siete porque es La Bestia y porque suyo es el balón y porque ninguna pizarra resiste su grandeza. Está en su jardín y ésta es su era.

De vuelta al silencio, un cuerpo yace en la nieve. Parece respirar, es la estampa de Guardiola. Con dificultad y mucho dolor sobrevivió al primer y salvaje ataque de La Bestia. Individualmente vivió la incomprensión de su vecindario ante la magnitud de sus heridas. Y tras un segundo rugido del depredador, le queda sólo saltar al abismo, como la vieja diva jubilada, como el astronauta ingrávido a quien le pesa la vida. Suerte que es él, el genio, la artista del bel canto, el cosmonauta, el futbolero de YouTube. Sólo alguien así podría sobrevivir a dos ataques del mayor y más bello depredador del planeta. Sólo alguien así podría seguir queriendo a Su Bestia.

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