Actitud

El equipo del planeta

14 marzo , 2017

Qué bien se vive en el bucle de la felicidad. No hay culé de bien que no se haya tragado tres repeticiones del partido y que no haya consumido docenas de veces los últimos 10 minutos. Se han agotado las impresoras a fuerza de sacar copias de la celebración de La Bestia Parda, conocemos de memoria las caras y nombres de todos los estudiantes de Bagdad que seguían la remontada de nuestra vida en esa tele de bolsillo. Qué decir de las lágrimas de Unzué, a uno le gustaría saber cuándo fue la última vez que lloró. Kaiserlaurtern y Stamford Bridge quedan empequeñecidos.

Tras haber hecho este trabajo de regodeo a fondo, uno concluye que somos el equipo del Planeta y puede volver la vista atrás para asombrarse de la infinidad de pequeños detalles que hicieron posible el milagro. Ya no hablando del feísimo -y por tanto sumamente nutritivo- gol de Suárez, ni de la astucia de Iniesta, la verticalidad de Neymar, la sangre fría de Messi. Tampoco hace falta irse al escuadrazo de Neymar ni a la torpeza de Marquinhos. Basta ver lo que ocurre en ese sexto gol. Es un derroche de talento y fe, una proeza a base de amor propio, rebeldía y negación de la realidad.

Meses atrás Ter Stegen cedió un gol en Vigo por tener una confianza que el miércoles le dio para recuperar, abrir a banda y forzar la falta decisiva. Él, alemán y veinteañero y horrorosamente peinado, ha comprendido lo que fue Cruyff mejor que ese 66% de socios culés por alfabetizar. Y qué dulcísima la colgó Neymar por encima de la chepa de Di María. Qué sabiduría en ese pie izquierdo para ponerla ahí. Y luego está lo del Héroe.

Hace exactamente 14 meses avistamos a Sergi Roberto en el rincón de un restaurante. Comía con sus padres. Nadie reparó en su presencia. Tampoco mi sobrino, que podía tocarle con el codo, de cerca que estaba. Ni mi señora, que a lo sumo repararía en su cara de cupido, en unos ojos azules que el pobre chaval se va a cansar de esconder desde hoy y hasta el último día de su vida. El bueno de Sergi no tiene ni la menor idea de cómo le quiere este pueblo, de lo imposible que le será pagar una cena o una cerveza con su dinero, olvidará lo que es cruzar la calle sin escuchar un solo claxon. En el partido más grande, él logró la gesta y en un mundo perfecto un equipo de psicólogos especialistas en grandes tragedias y estrés postraumático trabajarían las 24 horas del día durante meses con él. Porque deberá acostumbrarse a la idea de que ningún día del resto de su larga y gloriosa vida tendrá la luz ni el color del 8 de marzo de 2017. Todo irá hacia abajo viviendo una vida que ahora nos pertenece a todos, al pueblo culé en pleno, a millones de personas que durante unos segundos perdieron el mundo de vista, derribaron objetos y volvieron a su primitiva condición en estado de feliz inconsciencia.

A estas alturas, en que hemos perdido en Riazor y por tanto volvemos a depender de terceros, en este rincón abogamos por seguir refocilándonos en nuestro triunfo, el más grande jamás celebrado en el Camp Nou, y por olvidar durante unos días la tristeza de mirar clasificaciones y calendarios. Preferimos pensar en otras cosas, como en el tren de mercaderías que corre desbocado, un tren que desde enero sólo ha cedido empates en Villarreal y ante el Betis, ha perdido en Galicia y ha superado cuatro eliminatorias durísimas entre Copa y Champions. El resto, victorias, incluyendo el Calderón. Éste es un equipo que ya intimidaba sobre el papel y ahora genera pánico: es el equipo que reventó al PSG y a la lógica, un equipo que tras la victoria se ha cosido más y mejor. ¿Oyeron a Macherano hablar de Ter Stegen? Desveló que tras el gol de Cavani, el portero gritó «Somos el Barça, no estamos muertos». Miren, Mascherano, hoy, se dejaría cortar la pierna por su portero. Y oigan, eso suma, ustedes me entenderán.

Lo del miércoles fue un asunto de supervivencia y sobrevivieron: ay del que les toque ahora. Así que no nos vengan con que La Banda vuelve a tener ventaja en Liga: si remontamos tres goles en cinco minutos, qué no levantaremos en tres meses. Lo haremos, y lo haremos felicitando a Ramos por esos golitos de cabeza en el 99 de los que ya nadie fuera de la Meseta hablará jamás por la sencilla razón de que hubo una vez Sergi Roberto.

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