Champions

Vendetta (y IV): Autopsia

22 abril , 2017

«Lucky Luciano, que había perdido al mismo tiempo que la vida el pseudónimo de “afortunado”, no fue sometido a ninguna autopsia. Sin embargo, nadie se dejó engañar por aquel supuesto paro cardíaco (…) Los funerales, a los que acudieron 12.000 personas, estuvieron a la altura del personaje. Costaron setenta y dos millones de liras. El coche fúnebre, negro y plateado, tirado por ocho caballos con plumas, iba seguido por sesenta furgones que transportaban unos cincuenta millones de flores y de coronas»

La mafia se sienta a la mesa, Jacques Kermoal y Martine Bartolomei

Es la Formidable Semana del Horror y uno hace lo que puede por llorar sin hipos y a salvo del rímel. La Banda cabalga en Europa con los hat tricks del Larsson de Madeira y el Barça dice adiós a otra Champions sin pisar las semis. Pero al menos los preparativos fúnebres son siempre un periodo estimulante; permiten ver qué opinión tenía el personal del difunto, nos llegan atisbos de las relaciones íntimas que pudo haber ahí.

En efecto, la muerte da tiempo y espacio para pensar. Y uno se consuela, de entrada pensando en el rival que apretó el gatillo. No hablamos de un jeque infame, ni de un colectivo de carísimos mercenarios: hablamos de la sagrada Juve, de su camiseta, de su portero y sus centrales, y de varios milenios de sanguinario refinamiento bélico.

También da para hacer la semblanza del finado. Miren, hasta aquí ha llegado este grupo del luchismo. Hubo títulos, hubo juego y hubo diversión. También hubieron niveles de competitividad y fe que quizás nunca más veremos. Nos consta, cierto que los hay entre ustedes que no han disfrutado; es una pena: sin llegar a la perfección del guardiolismo, muchos hemos gozado de tardes y noches que nos acompañarán de por vida con este equipo más directo y tosco. Pero lo cierto es que hay paladares muy finos, finísimos, y también hay aficionados que no asumieron que las abuelas van y fenecen, y que no siempre nos dejan herencia, y que no han hecho el luto del lógico adiós de Guardiola y el de Xavi, con lo que ambos significaban en términos de fútbol.

En las exequias uno también puede detenerse en comprobar los verdaderos amigos. Les diré qué pensamos en este agujero: estamos infinitamente orgullosos de Iniesta, de Busquets, de Neymar y Messi. Éste es un equipo formidable con el que hemos vivido grandes noches y que necesita, lógico tras tantísimos maratones consecutivos ganados, electroshocks cada vez más frecuentes. Eso pasa por un nuevo entrenador, con nuevas ideas y savia y energía para remover las actitudes y refrescar mecanismos ya olvidados.

Pero es obvio que en aquellos bancos de al fondo muchos se han quedado con ganas de asesinar y arrasar pueblos. Son los del foc nou, los que se cargarían a siete titulares del miércoles aunque sean los siete mejores del mundo en su posición, los que culpan a este equipo del insomnio del niño, del precio de la dirección de su Renault 21 o de la hemorroide de su jefe. Se equivocan: este equipo necesita tres retoques, tres, y el ya comentado electroshock del banquillo.

Y miren, en las películas de mafiosos uno aprende que en un buen funeral no falta el verdadero arquitecto del fatal atentado. Les recomiendo que no lo busquen en el vestuario. Fíjense, tal vez, en los trajes caros y semblantes graves de primera fila, en ese fuerte olor a naftalina que viene de la cúpula del club, de ese lugar antifutbolístico, que integran un gracioso compendio de pericos, gentes que no aman el fútbol, descendientes de trepas profesionales, transformistas yonkis del poder, empresarios horteras, ancianos cleptómanos, maestros de la conspiración y demás elementos. Con semejante plantel, lo raro es que los que de verdad defienden el nombre de la entidad hayan sido capaces, en este hermoso renacer neonuñista, de abrocharse las botas y saltar al campo.

No, amigos, no nos hace falta ninguna autopsia. Siempre con Messi y siempre de Messi. Siempre de los buenos y de los que aman el balón. Y nunca con lo que Sciascia llamó «burguesía parasitaria», ni con los que, a rebufo del mal que ha causado la tribuna, miran hoy al Bernabéu con temor.

Not in my name: juegan Busi y La Bestia Parda en el jardín de sus amores y hay un título en juego. Será sólo culpa de ustedes si no creen.

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