El mito

Una de seis (trolas)

10 mayo , 2017

Ya tenemos al Mal en otra final. La tercera en cuatro años. Los vigorosos Casemiros han tenido la suerte en este tiempo de no encontrarse una sola vez con el Barça en eliminatoria y la realidad es que para matar al malo de la película nunca hay que confiar en el Simpático Gordo que Sale al Principio y Acaba de ser Padre. Lo cierto es que esta racha de La Banda en Europa (que incluye, recordemos, el gol de córner en el 92’50» de hace tres años y el Carranza del pasado con una tormenta de chorra insuperable) ha sumido en el diván al barcelonismo.

Y miren ustedes, que igual en este debate no estamos finos. Hemos oído hasta la saciedad la cosa de que Messi sólo ha ganado una de las últimas seis Champions y no pueden estar más pretos nuestros cilicios ni más chorreantes nuestros flagelos. Lo cierto es que sólo hemos ganado una Liga de Campeones, sí, las mismas que se ganaron en la maravillosa era Ronaldinho, las mismas que ganó el eterno Dream Team. Lo dice uno por centrar el debate.

Porque casi parece que esto haya sido el tardonuñismo y si permiten, puro gaspartismo, aquel desierto sin fútbol, aquella sed, aquella cárcel sin ventanas. Hombre, no. Desde la 2011-2012, si no se descuenta uno, cayeron la consabida Champions, dos mundiales de Clubes, dos Supercopas de Europa,  tres Ligas, tres Copas, tres Supercopas de España.

Pero permitan ustedes: del mismo modo que el mensaje nuñista victimófilo, lacrimógeno y border line es una verdadera lacra para este club enfermo, lo mismo puede decirse de otro discurso que consiste en medir el fútbol por las toneladas de metal que uno alza. No, amigos. Es fútbol, no halterofilia. Es el Barça. Y si les gusta el paradigma blanco, abrácenlo sin manías, pero recuerden, antes, que la palabra de Dios no decía que un equipo estuviera obligado a ganarlo todo siempre, sino que estaba obligado a llegar a las fases finales, a competir.

Hay un segundo dato: las piernas de esta plantilla azulgrana, pese a los retoques y su evolución, son las que más pesan del planeta por la sencilla razón de que no hay nadie ahí que haya ganado ni remotamente cerca de lo que ganamos nosotros. ¿Saben cuántas Ligas ha ganado Modric? Las mismas que la vecina del tercera, ésa la atáxica. ¿Cuántas tiene Kroos? Las que el abuelo cojo del entresuelo. Y no hay nada, absolutamente nada, más decisivo en el fútbol que el hambre. El Barça es ese equipo que sigue compitiendo y ganando, a pesar de que hace lustros que ignora esa palabra.

Pero claro, está Messi. Es que tenemos a Messi. Es que es Jordan y tendría que ganarlo todo cada año. Dos asuntos: al básket juegan cinco y al fútbol, 11, con lo que la proporción de Mascheranos y Mathieus que te pueden arruinar la vida se dispara. En segundo lugar, el dios del baloncesto ganó seis veces la NBA, que es lo único que jugaba. Messi lleva cuatro Champions y ocho Ligas. Pero sobre todo, no jodamos: medir a Messi (y al Barça de después de la Champions de 2011) sólo por lo que dejó de ganar en Europa es injusto e idiota. A algunos, ver a La Bestia Parda dos veces por semana nos ha alargado la vida. Ver a Iniesta flotando en el Averno nos ha recordado lo que ellos nunca tendrán, ni entenderán. Ver a Xavi, antes de su crepúsculo, era ver al mejor producto que ha dado jamás el fútbol más refinado del planeta, que es el de la Masia. Ver a este tridente desbocado es algo que igual no volveremos a ver, y contemplar el apogeo de La Bestia en sus años de madurez nos ha convencido de la existencia de Dios.

No lo sé, amigos. ¿De verdad han padecido tanto estos años? ¿Por los Casemiros y su mezcla de cuádriceps, suerte y vigor? ¿Es en serio tanta amargura? ¿No les hace inmensamente felices la perspectiva de cualquier partido tonto por el simple hecho de ver a Messi? ¿Creen que la aportación del Dios del balón debe medirse por los títulos que ganó?

Tal vez no entendimos del todo lo que es el Barça ni lo que uno puede pedirle al fútbol.

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