Blanco impoluto

El blanco de los ojos

23 diciembre , 2017

«Le vino la idea de que no iba a olvidar aquella polla así como así.
La vería al cerrar los ojos, en los momentos más inoportunos, en las situaciones más inverosímiles»

Las correcciones, Jonathan Franzen

El bucle infinito de miedo, magia, odio, euforia y amor nos vuelve a llevar al punto culminante, a su primera página y al desenlace, al útero y al paciente cero, al lugar que lo explica todo. El Barça visita el Aberno y para los que profesamos esta religión, es el día del Orgullo Futbolero. Pronósticos catastróficos, ataques de valentía, estómagos revueltos, horror al ver la alineación del rival, ritos inconfesables, insultos a objetos inanimados, besos a extraños.

Vuelve el Barça al Bernabéu y uno no puede olvidar que estos partidos los gana el más necesitado, y que no hay duda de que el campeón de Liga, de Europa, del planeta, la chavalada de Florentino tiene esa ventaja: podría quedar a 14 puntos, juega en casa. Can’t stop, won’t stop. A esa impresión se le suma el hecho de que los de Valverde llevan un trimestre demasiado impecable, con demasiado poco dolor; llevan demasiada ventaja y tendrán sobre el campo demasiados pocos centrales negros.

Llega el día y uno no es optimista, y no podría sudárnosla más.

En efecto, nos la trae al pairo, porque es el día en que nos miran el blanco de los ojos y porque a pesar de la siderurgia letal de ese escudo, conocen el miedo, descubren su flaqueza; es el día que recuerdan quién es cada quién, y quién somos nosotros y qué es lo que nunca tendrán.

Es el día en que los símbolos y los titanes de cada equipo se sitúan frente a frente y afloran las miserias.

En efecto, sobre el campo volverán a encontrarse Ramos y Messi. La última vez, el ídolo blanco, el Madrid hecho carne, acabó en la calle después de una entrada salvaje al Dios del Fútbol. Antes, merecieron la expulsión Marcelo y Casemiro por agresiones diversas al mismo futbolista. Y hubo más: Ramos se permitió chulearle un balón, lanzárselo a las nubes tras haber hecho ademán de ofrecérselo. Recordamos eso, recordamos la identidad y la esencia de cada quién. Y la tememos, y en los momentos de flaqueza, hasta la admiramos: recordamos los codazos, los goles a balón parado, uno tras otro tras otro, y los pepinazos a la escuadra desde fuera del área, y esa forma marcial y rácana e inevitable de ganar. Tan cerca y tan lejos.

Pero es fútbol y el bucle ya nos ha traído a este paisaje: en el 92 con 50 segundos, el fútbol acude del lado de los que siempre amaron la pelota, de los que entienden la belleza al margen del levantamiento de cobre. El fútbol se aparece y dejó este poema perfecto firmado por Messi para Ramos,

Con afecto, La Bestia Parda.

Mañana es el gran día de visitar el Cuernabéu, el horror, de convertirlo de nuevo en el vergel de nuestros amores. Un lugar donde en durante la sublimación del barcelonismo que han sido Xavi, Iniesta, Busquets y todo ese maravillo envoltorio de que ha gozado Messi el Barça ha perdido sólo seis veces desde 2005. ¿Les parecen muchas? Pregunten ahí, en la Meseta. Pregunten cómo han sufrido estos casi 13 años. Ese rectángulo de insultos y triunfo es el kilómetro cero del Orgullo Culé.

Y uno sabe que es muy probable la derrota mañana: una bella e injusta derrota, y por qué no, con algún atropello arbitral. No importa. Por más Champions que se meta en el bolsillo el rival (jugar / cobrar, clinc, clinc) nunca tendrán idea remota de lo que es la belleza. Sus pesadillas las puebla un futbolista de mirada alucinada que hipnotiza al balón para firmar una obra maestra. Ellos nunca serán el equipo de Messi. Y por los siglos de los siglos habrá una formidable polla sobrevolando el Bernabéu.

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