Actitud

Nos quedaba el respeto

16 junio , 2018

Arranca el Mundial y La Bestia Parda vuelve a enfundarse la albiceleste con su dorsal -el 10- y su nombre -Sísifo- para aracar la cumbre más difícil que uno pueda imaginar. Pero ustedes sabrán que ni siquiera en los entusiastas y etílicos primeros compases del campeonato del mundo hemos podido respirar tranquilos. Y no hemos podido a cuenta del show de Bartomeu, Piqué y Griezmann.

Ya están informados: el francés, un extraordinario futbolista al que el Barça no necesita, ha decidido seguir un año más junto a Gabi antes que pasar a estar con Messi. La decisión del delantero se ha producido a pesar de que distintos estamentos del club han afirmado durante meses que el fichaje estaba hecho. Lo han asegurado a los periodistas, pero también, tan pronto como hace a penas unos días, al propio Valverde.

El asunto ha bastado para recordarnos, de nuevo, la fragilidad extrema de un club dirigido por una veintena de perfectos analfabetos futbolísticos que llevan el asunto como lo que es: su duodécima empresa y la única que alimenta su ego. Esta cúpula de ejecutivos llegó al poder contra Guardiola y contra el fútbol y lógicamente colocó en la dirección deportiva del club a un puñado de estómagos agradecidos que no les roben su cuota de poder y focos.

Y así estamos, pronto hará seis años, destruyendo ladrillo a ladrillo a ladrillo la mayor catedral del fútbol que hayamos visto con el plácet de esos 25.000 votantes nuñistas que son el castigo con el que Dios compensa el hecho de habernos regalado a Cruyff.

Por el camino se han perdido a los mejores centrocampistas de la historia del club, que han sido reemplazados por ludópatas barrigudos, frágiles modelos de Emidio Tucci, trotones descerebrados y promesas lampiñas. La idea, claro, se ha diluido, el caudal de juego maravilloso se ha reducido a riachuelo y al final nos queda, al margen de un puñado de enormes competidores, lo que Messi, Busquets y el postrero Iniesta han podido dar. Por esa profesionalidad y por La Bestia Parda la Liga sigue siendo nuestro pisito de solteros, pero Europa se ha convertido en una Amazonia inabordable.

Cuando la idea está en tan evidente peligro, queda el respeto.

Y ahí apareció el Shakiro. Si ya era bastante doloroso ver a Griezmann tomar la decisión de no ir a un club que en pleno junio echa al secretario técnico, llego Piqué, con la ayuda del simpático Umtiti, para miccionar en modo helicóptero sobre nuestras cabezas plebeyas.

El hombre tuvo a bien producir y promocionar el documental en que el delantero francés le decía al mundo que prefiere el Atleti al Barça, pobre noi. Umtiti colaboró al esperpento animando a ver una película que lesionaba seriamente el amor propio del barcelonismo. Y para añadir diversión al asunto, Piqué se disfrazó de McLuhan para presentarse ante el mundo como un pionero de géneros y un vengador del vil periodismo.

Alguien debería explicarle al Nuñismo 4.0, el hijo de la intocable Barcelona del upper, que si quiere hablar de los desastres del periodismo contemporáneo convendría comenzar por analizar la situación económica de los medios y su dependencia comercial del Barça. En el mismo sentido, habría que recordar cómo está la relación de fuerzas entre unos jugadores, los del Barça, que llevan cuatro años salvando sobre el césped a la fraudulenta directiva de vivir una auténtica Setmana Tràgica, y esos monigotes que a día de hoy aún no han salido a pedir perdón por la cantidad de trolas que han contado en el asunto Griezmann y que el propio Messi llegó a creerse y difundir. Serían los segundos los que deberían pedir respeto al club a los primeros. Pero claro, igual se les caería la cara de vergüenza.

Y para comprender los desastres informativos que presenciamos a diario no hay que quedarse sólo con la ruina económica de la mayoría de los medios, sino también investigar qué tal anda la relación de fuerzas entre los periodistas y todos los anteriores (los que mandan en los medios, los que mandan en el club y los futbolistas) para comprender que son poco más que macacos con unos tirachinas que sus propios jefes les estropean. Para que el periodismo respire hay que reducir o invertir esas desigualdades, y si una cosa sabe el establishment, si una cosa sabe Piqué, es que estar en lo más alto de la cadena trófica es una situación conveniente y a perpetuar.

En fin, es bello ver a Piqué disfrazar su frivolidad y su codicia de reflexión sobre los medios y la verdad y la pureza del mundo y la bondad en el fútbol, cuando lo único que ha hecho ha sido lanzar botes de metanfetaminas al patio del manicomio. Amigo Cumbias, seamos claros: todo lo que no sea hablar de desigualdad, de los menguantes presupuestos en Educación, Sanidad y Bienestar Social y de la evasión fiscal es pura barbarie y pirueta y mira mi pollita si la hago rodar qué circulitos hace. Pero está claro que cuando eres Gerard Piqué cualquier mierda que hagas tiene una legión de cuñaos aplaudiendo con las orejas y oye, esta noche al Casino y algún día meteré un córner y todo serán Zascas y Puto Amos.

La situación del club, amigos, es desoladora. Porque Piqué, apartado durante años de la capitanía por los votos de sus compañeros, huele a tercer capitán. Porque en cualquier noche crucial de Champions, volveremos a aparecer sobre el césped con dos centrales más preocupados por el Instagram que por Dzeko. Porque a todo esto, el presidente sigue callado y visitando a presuntos delincuentes amigos por los centros penitenciarios del mundo.

Y porque uno ya no sabe, en este desastre, cuántos quedan entre aficionados, directivos y futbolistas, que sientan un mínimo respeto por este club.

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