Combinaciones

Las notas (y III). Monoteísmo

31 julio , 2018

Hubo un tiempo en que jugaba con Ronaldinho y Eto’o. Su equipo nunca llegó más alto que con Villa y Pedro. Pero con Suárez y Neymar completó el que es el mejor tridente que hayamos visto jamás. Era otra época.

El Barça actual, mermado por una directiva de un nuñismo tal que parece patrocinado por Ochaíta, ha traspasado la decadencia del centro del campo a la línea donde se canta el gol y donde sólo conviene arropar a Messi. Pero La Bestia Parda, en el que tal vez es el año de una mayor y más excelsa producción futbolística, se levanta por las noches sobresaltado: ya solo le acompaña el uruguayo. Lo que queda de él.

Trece años después nos ha tocado descubrie el monoteísmo.

Dembélé. 5,5. Youtuber. Su juego es fascinante. El potencial que se le intuye, maravilloso. Ha dejado joyas memorables. Tuvo el buen gusto de no jodernos uno de los goles del año colocando en la escuadra el balón tras asistencia de Messi.

Y seamos sinceros, tiene unas posibilidades de desequilibrio enormes y un talento que produce verdadero pavor. Jugando poco y sin confianza ha dejado detalles de crack de primer nivel y cierra el año con cuatro años y siete asistencias.

Sí, amigos: se viene la esperada adversativa, alarguemos el clímax, aguanta un poco mamita.

Peeeeero. Pero no va a funcionar. Y ya. Los que nos hemos resistido a esta realidad somos peña conmovedora. Como aquel amigo que un verano se enrolló con una tía tres años más mayor, de nacionalidad remota y clara aspirante a arrejuntarse con Tom Brady y pensaba que aquello era amor eterno, que con unas cartas lo remontaba, joder, que no había ni Whatsapp, que ella le esperaría, que ahorraría haciendo canguros para ir a Australia a verla… No va a funcionar.

No sólo por su extraordinaria timidez (se dice que le costaba mirar a los ojos a La Bestia Parda) y disoluta vida social, de la que algo podría contarnos su pana Umtiti, sino porque estamos ante el prototipo de jugador de jugadas, y no de fútbol, un prodigio que parece creado específicamente para arrasar en Youtube. Lo de Malcom nos deja indiferentes, pero asumimos su adiós sin demasiado dramatismo. Nos quedará el Youtube para seguir a nuestro El Negrus.

Deulofeu. 2. De la Peñita. Y hoy, en peña que arruina su vida, el amigo Expósito. Era difícil que el tren volviera a pasar, casi imposible que Dembélé se lesionara tanto, remotas las posibilidades de que el camino estuviera tan franco. Pero el neng no estaba por la labor: demasiado tiempo escuchándole a la gente decir que un día sería Balón de Oro le han hecho más daño al cerebro que las toneladas de estupefacientes que consumen sus correligionarios maquineros. Unos meses de nada y, esta vez sí, hasta nunca. Posiblemente este extremo eléctrico quede situado a la altura de De la Peña en nuestro ránquing de peña de la casa que lo tenía todo y todo lo tiró por la borda.

Messi. 10. Todopoderoso. Una vez se dijo de Maradona que nunca antes en el fútbol un hombre había sido todos los hombres. Messi, que ya le superó en regularidad y voracidad, le iguala ahora en su condición de hombre orquesta. En un año de sobriedad defensiva, carencias en la medular y escaso arte arriba, ver a La Bestia nos ha alargado la vida y -detalle que conviene no olvidar- nos ha dado dos títulos más. Él solito. La impresión es que habría ganado lo mismo con la zamarra del Atleti, sí, y del Villarreal, también, y hasta con la del Huesca o el Rayo.

Cuesta discernir con quién compite este futbolista perfecto. Lleva tanto tiempo sentado a la mesa de Jordan y Ali que uno ha llegado a comprender que ahora ya sólo se reta a sí mismo: desafía al volcánico jugador de 2009, al exuberante de 2011, al bulímico de 2012, al cosmonauta del 2015. Puede que Messi nunca estuviera tan arriba como este año. Líder en goles y asistencias de la Liga (cierra la temporada con 45 y 19), ha repartido más fútbol que nunca y nos ha hecho soñar que esa jubilación dorada haciendo de Xavi puede ser posible.

Tal ha sido su despliegue que nos ha importado un pito que el equipo no juegue, que el entrenador cometa la aberración de alinear dos únicos delanteros, que Paulinho haya defecado en nuestro Louvre. Todos los segundos valieron la pena porque ahí estaba la Bestia.

El año nos deparó explosiones de voluntad y venganza como la barbarie de noche ante la Juve o Mestalla, depredación despiadada contra el Espanyol o el Eibar, rutinarias humillaciones al Mal, barbarie desencadenada contra el Chelsea, con festival de caños a Courtois, el milagro del Pizjuán, asistencias asombrosas a manos llenas, la normalidad de ganar el partido donde se zanjaba la Liga con un chicharro de falta, su último tango con Iniesta.

Y están también las pequeñas cosas del día a día: al Eibar le metió un gol de juvenil debutante con ocho tíos haciéndolo falta y colgados de su chepa; al Athletic le hizo esta obra de arte que ya tenemos tan interiorizada en nuestras rutinas diarias que nos recuerda al gesto, chup, de encender el ordenador; y en una tarde tonta, bajo la lluvia, nos regaló el que tal vez sea el mejor gol de falta de su vida.

Sin Neymar ni Ronaldinho, sin Eto’o ni Pedro ni Villa ni Henry, ver a ese hombre en la 2017-18 ha sido un placer constante y un interrogante religioso. ¿Cómo se puede hacer nada tan bien en la vida?

Perdonen que sigamos con el culto y vayamos a otras movidas que marcan este año memorable del mejor de siempre. Cristo habló a sus apóstoles antes de la eliminatoria de Copa ante el Espanyol y dicen que dijo

-La Copa nos chupa un huevo. Pero el Espanyol no.

Y claro, el gol que les eliminó fue suyo.

Su competitividad y su hambre inifinitas, de niño pequeño, de tío que se mea al perro mil veces y aún quiere más, han ido a más. Y todo ello nos hace pensar en el naufragio, en la orfandad de Roma, en aquella ocasión que tuvo en el Olímpico y que puebla nuestras peores pesadillas. ¿Cómo pudo fallar él? Hay otra pregunta más importante: ¿Cuándo nos ganamos nosotros el derecho a gozar de 15 años de Messi? Y otra aún: ¿De verdad sigue aún con nosotros otro año más?

Suárez. 9. Cascarrabias. Ay, la iaia, ay que te confunde el nombre, ay que le resbala algo por las piernas, ay que cada día va con más tiritas en la frente. Ay la iaia, simpática como era. Ay la iaia, que de 37 goles y 21 asistencias hace dos temporadas ha pasado a 31 y 16 en ésta. Ay, la decadencia, ay, que esto se acaba.

Tienen ustedes razón y no sólo los números confirman este extremo. Su velocidad ha caído y un tío de ese peso tiene que estar mínimamente rápido para llegar al gol. Pero no me dramaticen, por dios. A Suárez hay que compararle con el resto de grandes nueves que campan por Europa: Cavani, Lewandowski, Kane, Agüero, el Portillo Portugués. ¿De verdad ven a alguno realmente netamente por encima suyo? Aquí discrepamos: traguito de mate, codazo en los morros y uruguayidad para todos.

Porque ocurre que la iaia tiene un torso que no lo abraza Polifemo y una competitividad de psicópata que le convierte en una gran baza. Ocurre que la iaia ha vacunado a La Banda en la ida y en la vuelta, ha marcado en el Calderón, en Villarreal, al Valencia, al Sevilla, también en la final de Copa. Seguimos hablando de un fuera de serie y, aunque intuimos la clase de exfutbolista, de una morbidez estratosférica, poseído por el bótox e implantes en todas las articulaciones, aún tiene mucho que dar. Este año nos lo recordó con asistencias de superhéroe como ésta a Messi o ésta otra a Coutinho.

La iaia, la iaia está jodida, pero que no te pille con el bastón.

Alcácer. 5,5. Pensionista. Ni una alegría, ni un exceso, toda la honradez. Siete golitos, cuatro pases para gol, profesionalidad. Diríamos buena cara, pero sería chotearnos de él: si Alcácer sonríe se le desgarran siete músculos de la cara. El sufrido ejercicio de estar por detrás de talentos de talla mundial y rendir en las escasas ocasiones en que uno es requerido tiene un mérito enorme. Ahora que pinta que Munir se largará, convendría quedarse con el Cristo de Torrent. Por lo menos, borra la sonrisa, Paquito, hasta que el tal Abel Ruiz tenga edad de merecer.

Coutinho. 8. Mediapunta. Le es biológicamente imposible meter un gol feo. Si no van a la escuadra los mete de tacón, si no, emula a Cruyff, y si no, mete un hostión que realmente a poca gente hemos visto pegarle tan bien. Qué talento y qué gran alternativa al adiós de Neymar.

Los problemas con Coutinho llegan en cuanto nos acordamos que el mil leches que somos actualmente no es aquello a lo que aspiramos a ser, y que los media puntas siempre han sido sinónimo de diarrea mental en el banquillo y nuñismo en la grada. Es este 14, con su sonrisa Moonraker y su silencio, carne de Real Madrid: cuesta verle y no acordarse de las palabras pegada y llegador. Pero oigan, no estamos aún para pedir su despido: estamos para recordarle a este artista de talento inmenso que ser Laudrup o Iniesta -el Iniesta extremo- es algo maravilloso; pero que ser Sneijder o Baptista o Robinho o cualquiera de esas mierdas que suman más en el Excel que sobre el campo, eso ya no. No en nuestra civilización.

Esperemos que en su segundo año Coutinho, a quien le intuimos una fragilidad interior, una melancolía autodestructiva, se plantee ser mejor que Salah, que Dybala, que Neymar, incluso, mejor que Isco y Bale y mejor que los grandes artistas del planeta fútbol. Esperemos, decíamos, que aprenda algo del Único Dios que Conocemos.

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