Fracasos

Agujero negro

15 mayo , 2019

Y de repente, la primavera es un estorbo, el fútbol un mal recuerdo y Origi la peor de las enfermedades mortales que a uno le puedan diagnosticar. Desnortados y sin empeño ni propósito, los barcelonistas vagamos por nuestro mundo sin ningún aprecio por esa Liga ganada con los escrotos al viento, con enorme pánico a que el año pueda acabar en rúa. El luto es agudo, porque estuvimos a un milímetro.

Ahora, mientras precipitamos los diagnósticos, nos acordamos de los Bartomeus, y sus Seguras y Solers y ese organigrama deportivo que es una verdadero monumento a la trazabilidad de los favores prestados y de los odios e incomptencias del nuñismo. Ahora nos maldecimos por haber creído que esto podía funcionar… Pero fue un milímetro nada más.

Uno no sabe cómo se arreglará esta dejadez futbolística. Seguramente ayudará que llegue El Chico 10 con su potencia y su pase vertical a la medular. Como ayudará que el enorme trasero de Piqué se aleje de su bienamada área pequeña. Y ya no les cuento si el puesto de tercer delantero pasa a manos de alguien que comprenda el juego y haya superado la preadolescencia o que no viva sumido en una depresión de las que inhabilitan hasta para tirar de la cadena, ya no les digo para enchufar cuando estás mano a mano con Alisson. Todo pasa por inclinar el campo hacia adelante y rodear mejor a La Bestia, sí.

Pero aquí, en el gran tordo donde braceamos, nos da todo igual, empezando por esa final de Copa en que lo lógico, normal y muy probable es que el barçófobo Valencia se lleve su mayor alegría en 15 años metiéndonos un 4-1.

Lo que sí nos da algo de escalf, tendresay estimem-nos es que salga Busquets, piedra de toque del mejor Barça que hemos visto, mariscal de su posterior mutación competitiva, y diga que está en el pozo, «en un agujero negro», que nos explique que es la peor derrota de su vida. Que nos diga que fue «como si viene alguien por detrás y te da… con un martillo», DIJO CON UN MARTILLO PERO ENTENDIMOS A LO QUE IBA Y SE PARECIÓ MUCHO A LO QUE NOS PASÓ.

Nos viene bien ver a ese Messi roto de la última semana y comprender que sigue con la cabeza en Anfield, en las ocasiones que regaló, en sus lágrimas posteriores. Necesitamos saber que estamos en un mismo barco, un barco con la peste negra a bordo y a la deriva, pero un barco donde no queremos echar a nadie por la borda excepto a las ratas de la bodega, las mismas que habitan el palco presidencial y que palazo a palazo convirtieron una Catedral inmensa en una capillita poblada de curas tocones.

Ahora que todos dudan y señalan y hasta silban, es el momento de abrazarse más que nunca a Busquets. Su destino es más grande que el de haberlo ganado todo, el de pasar a la historia como el mejor pivote del mejor equipo que se ha visto. Su destino es tan grande que un día relevará a La Bestia a la hora de llevar el brazalete. El día que eso llegue, recordaremos quién es Busquets, más grande en la derrota que en la victoria, el del agujero negro, mártir del célebre analfabetismo culer y uno di noi por consolarnos en la peor semana.

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