Ecos

Como Gaspart y Gil

13 enero , 2020

Era 28 de enero de 2003. Aznar mandaba en España, Pujol en Catalunya y don Juan Gaspart en el Barça. Algún poeta podría haber dicho que era el peor de los tiempos, dejando ahí la frase. Fue aquel día, han pasado 17 años, la última vez que el Barça fulminó a un entrenador a media temporada. El despido castigó a Van Gaal y Antic recibió una oportunidad, pero quien merece todo el oprobio por aquel trienio siniestro es el citado Gaspart, padre de la peor era del Barça hasta que los chavales de Sandro llegaron, hacendosos, prestos a destruir todo rastro de cruyffismo del club.

Desde entonces, el Barça evitó siempre la cutrez de finiquitar proyectos a media temporada. Aguantó con Rijkaard en el derrumbe de su centelleante generación. Por supuesto, mantuvo a Guardiola hasta que se le apuñaló con Tito. La desgracia de Vilanova no comportó relevos de fuera de su staff e incluso al Tata se le permitió cerrar un año nefasto en que quedó a un gol del título de Liga. Luis Enrique, por supuesto, eligió cuándo se iba. Pero la seriedad de esa época ha ido tornándose en chirigota, maquillaje caduco y pelucas sudadas y Valverde difícilmente tendrá esa suerte, visto el esperpento oriental de los últimos días.

Por lo que sabemos, Bartomeu intentó fichar a Xavi, apuesta de Víctor Font para llegar a la presidencia, desde horas después de palmar las semifinales de Supercopa, es decir, justo después de uno de los tres partidos de este año en que uno se ha sentido orgulloso de lo que veía sobre el césped. Xavi responde (como Jordi Cruyff o Puyol antes que él) que nanai. Por lo que se ha publicado, la hidra de mil cabezas que manda en el área deportiva contactó también con García Pimienta, técnico del filial, y lo mismo han hecho con Koeman. Miren que me sabe mal escribir esto, pero hasta lo de Pochettino es cierto. Pochettino, amigos. En definitiva, que desde el jueves, cada vez que le suena el móvil, Míchel roza el infarto. A todo esto, mañana Valverde y su mejor sonrisa esperan para dirigir el entrenamiento.

La certeza de que el club está en manos de una serie de analfabetos futbolísticos y fanáticos antiguardiolistas no es nueva. No es eso, pues, lo que duele de las tropelías de estos días, que puede que vayan para largo. Algunos habíamos comprado un relato en que tratábamos de apartar de nuestros pensamientos a esta gente que tiene a Kluivert de gran jefe de la cantera a cambio de que se mantuvieran lejos del vestuario y mantuvieran a Messi. Nos habíamos propuesto gozar de los últimos años de La Bestia Parda y asumíamos que la propuesta raquítica en lo futbolístico de Valverde era pactada con unas viejas glorias a las que, por lo que han dado, perdonábamos. No les queríamos echar como a perros.

La reciente opereta nos deja con cara de lerdos hasta a los más budistas y resignados.

Le tocará, pues, al periodismo determinar qué ha cambiado después de un buen partido en Arabia para que súbitamente Valverde pase a ser enemigo público. ¿Bajó Messi el pulgar harto de ver la viva imagen de la depresión en el banquillo? ¿Fueron las sustituciones de Busquets y De Jong ante el Atleti lo que acabó de desesperar al núcleo duro? Uno sospecha que la revuelta viene del vestuario, pero uno no tiene ni idea de cómo acabará la cosa.

Entre tanto, nos queda mirar la hemeroteca y sonreírnos. «El técnico decidió en la noche del lunes renunciar a su cargo por ‘el bien del Barça, que está por encima de las personas’. Justo lo contrario de Gaspart, que dejó claro que no piensa dimitir además de presumir de que no es de los que abandonan el barco. ‘No es el día de hablar de eso. Pero ya he vivido como directivo once situaciones así y estoy aquí'». O aquello otro: «El aguante del dueño del Atlético de Madrid, Jesús Gil, se acabó ayer, cuando ordenó que Fernando Zambrano fuese destituido como entrenador del equipo. Gil no ha roto la norma que le caracteriza: lleva 23 entrenadores desde 1987. Cinco jornadas, las que se llevan disputadas en Segunda, le ha durado el técnico. Ayer, en Marbella, ofreció el cargo a un antiguo jugador del club: Marcos Alonso».

Pensar en el Barça de 2009, con ese equipazo, con ese fútbol, esa fe en el estilo, ese club con mil limitaciones pero convencido y coherente con la idea. Once años han pasado. Somos el equipo de Gil, el de Gaspart. Y para dejar de serlo, no es el banquillo lo que debe cambiar.

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