Neonuñismo

Abandone el edificio con las manos en alto

20 agosto , 2020

Disculpen si alargamos un día más, sólo uno, la pataleta, no alcanza para más este agujero: el bloguero de bien empieza sus posts creyéndose Conan y los acaba sabiéndose el puto Milú. Disculpen, decíamos, que nos resistamos aún a hablar de Koeman, del papel de Messi, si lo tiene, del número de ataúdes que deben tener los lujosos funerales de los de su cofradía. Disculpen si nos resistimos a volver nuestra embobada mirada a los infinitos encantos del balón. Pero es que causa asombro la salida en línea recta de Bartomeu. Sin rueda de prensa. Sin dimisiones. Sin acortar un solo día su corrosivo mandato.

Sin una disculpa, sin una vivificante sesión de expiación pública.

Es bello sentir tanta impotencia y tanto odio, es bello porque rara vez nos preocupa tanto la res pública y amigos, justamente de eso estamos hablando. De proteger el patrimonio colectivo, lo que a tantos nos pertenece. De denunciar una demolición cultural sin precedentes. De autodefensa.

En el plácido siglo XXI de las horribles crisis seguidas con tele de pago e infinidad de megas en el smartphone, uno acaba pensando que en las grandes liadas al final desembarca alguien (un fiscal justiciero, los Mossos, los cascos azules, estudiantes chinos traídos para la ocasión, José Ramón Alexanco, ALGUIEN) y dice basta, usted, para el trullo. Pero eso no ha ocurrido en este caso. Los anticuerpos no han existido.

Y es curioso porque pocas cosas tan importantes ha generado la cultura catalana como el Barça. Y lo están matando desde hace una década antes nuestros alucinados ojos, con imprescindibles silencios mediáticos y el plácet de la analfabeta turba nuñista. Tiempo habrá para depurar responsabilidades y complicidades, porque conviene recordar, para más inri, que una simple denuncia anónima acabó con el derrumbe del templo de corrupción edificado por Fèlix Millet en el Palau de la Música. En total, el prócer robó unos 23 millones de euros. 23 millones, nos morimos de la risa pensando en lo que se ha llegado a hacer en esta institución colosal y amateur de la era Sandromeu.

Lo que se ha hecho en el mejor Barça de la historia en esta década de rencor y analfabetismo no tiene precedentes. Se ha denunciado centenares de veces a lo largo de años. Y hablamos de dinero, mucho, pero también de algo mucho más importante. Si un fondo chino comprara mañana la Fundació Picasso y decidiera cubrir de heces cada una de las obras, ¿intervendría alguien? ¿Nos parecería a todos OK en nombre de la libertad de empresa? ¿Diríamos que da igual, que en cinco años se van? Si tres directivos sonados o corruptos o bajo el influjo de potentes drogas decidieran trasladar la fábrica de Seat a Toledo, al mismísmo Alcázar, ¿diría alguien algo? Si Colau diera luz verde a una fábrica de cemento en plena playa de la Barceloneta, ¿qué legión de leguleyos no caería sobre ella en pos de la protección del patrimonio público? Si la Associació d’Amics de la Rambla cayera en manos de un par de cretinos de Esade y decidieran convertir la calle en un estercolero para superar quién sabe qué trauma infantil, ¿alguien podría frenarles?

No ha sido así en el Barça. No ha salido al rescate Hari Seldon. No ha tronado el megáfono de los SWAT un «salgan con las manos por encima de la cabeza». No ha habido pinchazos telefónicos previos al desembarco de un ejército de burócratas de la ley. Y ninguno de los 600 pulgares de las 300 familias han bajado porque son esos ilustres dígitos poco dados al fútbol: le llaman foot-ball y lo consideran un bárbaro entretenimiento para el vulgo.

Precisamente porque a las elites se la suda habría que proteger con uñas y dientes este espacio de nuestra vida individual y colectiva. Precisamente por ello hay que rabiar. Y repetir que tenemos razón, y que Gaspart es Churchill comparado con Rosell y Bartomeu. Nos queda la rabia, sí, y nos queda la memoria y la esperanza de coincidir en algún espacio público para desenfundar un zapato, lanzar un exabrupto, o cagarnos en cristo rey. Esto ha sido un secuestro. Y los secuestrados, por si no lo han notado, hemos sido nosotros.

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