El mito

El Barça no es el Barça

1 septiembre , 2020

Muchos no nos atrevemos aún a visitar Youtube ni a repasar los vídeos recopilatorios que han comenzado a circular por Youtube. Muchos pensamos aún que la invalidez de no sé qué cláusula puede impedir lo que durante una década hemos tenido como principal pesadilla. Pero es así: nunca tendremos lo bastante de Messi.

Queremos un one more year, con una lacrimógena despedida en 50 actos y con un luto civilizado. Queremos más de Messi aun a sabiendas que no hay reconstrucción posible con él a bordo, porque al fútbol hace tiempo que sólo le pedimos disfrutar de este talento mientras se tenga en pie. Lo queremos con toda la fuerza y la injusticia de un capricho infantil.

Es asombroso el estrambótico triangular que ha dejado este drama veraniego: por una parte, el jugador, el mejor de la historia del club, que se ha ganado el derecho a decidir y a ser nombrado Dios en vida de nuestra civilización, quiere pirarse. Él aguantó el chiringuito a pesar de la demolición constante perpetrada por Sandro y Bartomeu en una década que empezó con Xavi e Iniesta con Guardiola y acabó con Vidal y Rakitic y sólo 13 fichas del primer equipo en unos octavos de Champions. Uno diría que merece hacer lo que le plazca, incluida una voladura del Camp Nou con Goma-2.

Por otra, decíamos, los huérfanos de Messi, que llevamos días ofreciendo a familiares de primer grado en la dark web a cambio de la continuidad del Dios del Fútbol. Bartomeu, que sabe que el adiós de Messi le impediría salir de casa de por vida, es el principal apoyo de esta turba de desgraciados entre las que se incluye este cavernario.

En tercer lugar, están los 25.000 retrasados que siempre han votado nuñismo y que ya tienen su amada calculadora Casio de 1984 para ver quant en treurem i quant ens en donen. Son una pobre gente que no han entendido que este club existe para gozar del balón, no para presentar beneficios. Son los 25.000 analfabetos que quieren un Barça plagado de Miguelis y Gasparts que nos han traído hasta aquí y que ya lograron echar de su casa a Cruyff y Guardiola. Nada puede negociarse con ellos, nada hay que decirlos, a excepción de que la verdad está siempre donde ellos no pisan. Y por supuesto, entre ellos se cuenta el puñado de directivos cómplices del desastre que no quieren afrontar no sé qué avales y que por tanto quieren a La Bestia bien lejos.

Ay, amigos, habrán oído decir en estos días que nadie está por encima del Barça, y la pregunta resulta legítima. ¿Quién cojones es el Barça? Está claro que estos últimos no lo son: todo su cometido vital pasa por destruir cuanto bueno hay en el Camp Nou. ¿Son el Barça los del clan de la Lágrima, que tienen sus esperanzas puestas en las tretas legales de un tío que durante años ha hecho todo lo posible por putear al hombre que nos alargó la vida, incluido pagar a una empresa para increparle en las redes, pero que ahora no quiere pagar el desgaste de quedar en la historia como el hombre que dejó ir a Messi? ¿Es el Barça un tío que pactó con la justicia para culpar de un delito al club a fin de salvarse a sí mismo?

Descartadas las anteriores opciones, el misterio trinitario se zanja, en efecto con dos posibilidades: la primera indica que el Barça es Messi y que Messi es el Barça, por lo que si ello resulta teológicamente posible, es el Barça el que quiere abandonar el Barça. Lo que nos lleva a una segunda conclusión: si el Barça era ya sólo un tío; el Barça ya no era el Barça. Nuestras lágrimas valen exactamente lo que las del último ejemplar de una especie instantes antes de fallecer y extinguir su especie. No somos nada, y a nadie le importamos.

En este momento de muerte inminente y angustia existencial extrema conviene hacer un pequeño testamento, meterlo en una botella, y lanzarlo al mar: dentro bien podríamos conformarnos con escribir, con letra trémula y clara, que somos víctimas de Sandro Rosell, de Josep Maria Bartomeu y de un total de 25.000 botarates. Para que al menos pese en su negra consciencia y no olvidemos nunca de qué lado conviene estar.

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