FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Triste pero cierto. La cocina de nuestro fútbol, de donde antes salía una delicatessen inigualable en todo el planeta fútbol, se ha convertido en una fritería de calamares. Ninguna línea es más importante que el centro del campo en un equipo como el Barça, como lo que solía ser el Barça y lo que debería ser el Barça, pero la degeneración en esa zona del campo ha crecido, implacable, hasta alcanzar cotas vergonzosas. De hecho, durante algunas fases del año ha sido imposible discernir el juego del Barça del de La Banda (conducciones largas, contragolpes, dásela al bueno y que se apañe: barbarie y analfabetismo). La culpa no fue sólo de los jugadores. El Tata y su pacto con Piqué por echar atrás a la defensa han tenido consecuencias. Los tres cerebritos del Barça, acostumbrados a reinar en su pequeño laboratorio, se han visto de repente abandonados en plena selva y han tenido que trasvertirse de Khediras para abarcar mucho más campo. Y además han tenido que sufrir el horror histórico de ver a Sex erigido en líder y metáfora del juego del equipo.
Busquets. 8. Atormentado. Sufrir, sufrir, sufrir y volver a sufrir. La bandera del Barça se ha pasado el año corriendo y lamentando haberse criado en La Masia y no en la escuela del Nairobi City Stars. Tener al mejor del mundo en el juego de posición y jugar a los manicomios habla mucho de la obra del Tata y Sex; lo cierto es que Busquets no ha podido imponer este año su calidad al servicio de un fútbol potable. Nos quedan, como consuelo, su orgullo, su cara de capitán y esos regates a cámara lenta que nos alargan la vida. En Cornellà impartió una, dos y tres lecciones inolvidables, contra el Atlético dio seguramente el mejor pase de la temporada y le quedó tiempo para recordarle a Touré quién manda en el Camp Nou.
Song. 0. NAF. Produce vergüenza ver a este pobre hombre con la camiseta del Barça. No es que no juegue de central, como prometió Zubi, es que parece incapaz de dar un pase a dos metros. Desde aquí le deseamos una larga y exitosa vida en el mundo de la copla y felicitamos al club por reírle las gracias. A nosotros se nos ocurría mejor forma de despedirle: todos somos Bernadine.
Xavi. 4. Ausente. Ver al que podría ser el mejor centrocampista de la historia del fútbol jugando mal y pasando desapercibido es una de las experiencias dolorosas que nos ha deparado esta temporada. Xavi no se ha parecido a Xavi. No sólo no fue el amo absoluto del balón, sino que recibió multitud de baños -el de Rakitic en el Camp Nou, por cierto, fue de impresión-. Tampoco ha sido decisivo de cara a puerta y acaba el año con cuatro goles y seis asistencias, números dignos de Sabi o Gago o Illarra o gente de ésa. Su caso es la gran incógnita del verano: Cruyff le ve imprescindible y tal vez con Luis Enrique y las líneas juntas vuelva a parecerlo. Pero camino de los 35 años y con toda esa gloria a sus espaldas, es posible que haya llegado el momento de iniciar los homenajes al hacedor del Gran Barça.
Sergi Roberto. 4. Virgen. El chaval sigue desaparecido en combate y ocurre que ya no es tan chaval -es 12 días más joven que Neymar, imaginen si le pidieran la quinta parte-. Es preocupante que un tío con su toque de balón y su cambio de ritmo se las haya apañado para acabar el año sin ningún gol y ninguna asistencia. Ignoramos cuánto tiempo le queda antes de que culmine el ciclo de la promesa fallida enfilando hacia Corneprat.
Iniesta. 5. Abatido. El club hizo en verano absolutamente todo lo posible por cabrearle y a fe que se notó: sus primeros meses de competición fueron atroces, indignos de semejante fuera de serie. Ha sido otro de los perjudicados por la presencia de Sex y por la separación entre líneas. Felizmente, sacó el orgullo en el tramo final y tal vez ésta fuera la mejor asistencia que se vio en el Camp Nou este año. También hay que reconocerle que haya sido de los pocos en hablar públicamente del sindiós que hay en el vestuario. Sólo queda esperar que vuelva el jugador que le discutía el Balón de Oro a La Bestia Parda.
Sex. 0. Culpable. El otro. Su trote cochinero en el campo ya alcanza esa categoría reservada a los palos de Berna, los penaltis de Sevilla, la gestión de Gaspart, la final de París de Oleguer o aquel marcaje de Thuram a Tamudo. Sex nunca entendió el fútbol de relojería del Barça, por eso le quiere Mourinho, paradigma del fútbol sin centrocampistas. Acaba el año con 18 asistencias y 13 goles, números muy buenos, pero amasados en la primera vuelta ante rivales anónimos a costa de haber destrozado el juego del equipo. Para hacerle un sitio en el once llegamos a sacar de su posición a Iniesta y a Neymar en los grandes partidos. Además, se ha visto claro que aprendió el juego de posición en el manicomio de la Premier y nunca estaba donde debía; lo habitual era verle rezagado, con sus trotes caribeños, la lengua fuera y cara de no haber sudado un peto en toda la semana, esa cara que Guardiola detectó en pocos meses y por la que pidió a Rosell que le vendiera tras su primera temporada. Aquí ya avisamos de los riesgos de su fichaje y le prometimos batalla. Tres años después, nadie en su sano juicio puede apreciar aspectos buenos en su retorno al club que le formó. Tres años después, jamás nos referimos aquí a él por su nombre, no lo mereció. Sex no tendrá espacio en la memoria de los grandes de este club, tampoco entre los mediocres. Largo olvido para él, el gandul que hizo en el campo lo que Rosell ejecutaba en el resto de la institución.
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