Amanecer con el diario oficial del Barça destrozando en portada a Ronaldinho se ha convertido en algo habitual en los últimos 18 meses. Sport, líder indiscutible a la hora de comercializar promociones con el escudo del Barça y líder también en filtraciones interesadas, es la voz de Laporta.
La portada de ayer, en que se “desenmascaraba” a Ronaldinho, que quiere “engañar” al barcelonismo, tiene un origen siniestro. Todo se remonta al encuentro casi pornográfico que tuvo lugar el pasado año entre Joan Laporta y Silvio Berlusconi. “Si vendo a Ronaldinho, me echan del país”, le dijo el aprendiz al capo di capi. Para alguien que quiere hacer política, el índice de popularidad cuenta más que el latir del corazón. Y echar a un mago sonriente es muy diferente a echar a un putero gandul.
Un mes atrás, Paco Chaparro resumía sabiamente todo lo que le ha pasado a Ronaldinho desde el verano de 2006: “Cuando vuelva a sonreír jugará como siempre”. Y cuando ya asomaban esos dientes que doña Miguelina le dio, el club aprovecha otra insensatez suya para dejarle con las vergüenzas al aire -Con Eto’o hace lo contrario- y lanzarle la jauría.
Esta entrada de hoy es también una declaración de intenciones. Aquí no hablaremos del futuro de Ronaldinho. Ha decidido irse al Chelsea y volver a ser el mejor. Si me equivoco, invitaré a cualquier cavernícola que me lo pida a un brebaje etílico de origen incierto. Si marca en la final de Moscú, me ataré en el aeropuerto del Prat para evitar su adiós, y me rasgaré las vestiduras, me embadurnaré la cara de ceniza y probablemente me arrancaré mi mermada cabellera a puñados.
Y si se va sin ganar, lloraré su adiós en silencio. Es el mismo que nos encontró en la UEFA y nos llevó a lo más alto. A los estajanovistas del balón, a los que le odian, una petición: se va en dos meses, no hace falta que rebajen más su precio. Y un apunte: el Éibar también va de azulgrana y también juega con once, todos ellos esforzados profesionales.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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