Dice el calendario que esta caverna cumple hoy un año. Nació en una triste y esperanzada noche en que el Barça ganó a Osasuna 1-0 con un gol en el último suspiro que convenció al iluso que os escribe de que la Liga era nuestra.
Si consultáis las entradas más antiguas, veréis que aquella no fue la única mentira de este blog. Pero en el camino también han quedado algunas verdades, algunas historias que valía la pena contar: el naufragio de la Era Rijkaard, el adiós a Ronaldinho, la llegada de Guardiola, los nuevos cracks, la locura de este equipo que cuenta los partidos por victorias. Han quedado días tristes y días felices, diálogos futboleros con los fieles de siempre -gracias Gonzalo, Diego, Marc, ya sabéis que este humilde rincón no sería nada de no ser por vosotros-. También ha habido sorpresas como las visitas que llegan desde la otra punta del mundo -no es una forma de hablar: además de mi corresponsal en Asia, por lo visto hay cavernícolas en Inglaterra, México, Alemania, Uruguay, Colombia, Venezuela o Turquía-.
Para celebrar este aniversario, hoy me he acercado al Camp Nou con un amigo a ver la sumaria consecución de tres puntos más. El partido no ha dado para mucho, pero sí para recordar la enormidad del terreno de juego. Ya saben, 105 metros de largo por 68 de ancho: 7.140 metros cuadrados en los que cabe todo. Allí, colgado sobre el verde, he recordado una frase de Candido Cannavò, en que quitaba importancia a las victorias y a las derrotas para concedérsela al deporte en sí: «El momento de la competición es verdadero, de fatiga y de dolor. Eso no cambia, es inmortal».
Espero, en este segundo año que se antoja lleno de éxitos, no olvidar sus palabras.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
5 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login