El centro del campo, donde se cocina el fútbol de verdad, la zona donde otros apostarán por Xabi Alonso y algún Diarra para sostener a todo un equipo, ha sido la línea que define a un Barça único. Todos los equipos tienen grandes centrales, algunos hasta tienen laterales de ida y vuelta y todos los grandes de Europa tienen sus estrellas en ataque.
Pero nadie tiene a Xavi e Iniesta, que son quienes ponen el sello Barça al fútbol-arte de Guardiola. Si jugaran en otro equipo, pagaríamos todo el dinero del mundo por ellos. Pero son nuestros, se criaron aquí, aman el club. Y si se hubieran criado en otro lado, no serían tan buenos.
Touré. Titánico, 9,5.
El mejor jugador de la pasada temporada para esta Caverna ha vuelto a estar inmenso. Además de medir 1,91 y ser negro, resulta que sabe jugar al primer toque y que tiene un posicionamento perfecto. Además de chutar con potencia, sabe hacer croquetas. Además de ser el mejor pivote del mundo, puede marcar el gol decisivo de una final que bordó como central. Tal vez su seceto es que no se forjó en la calle, sino en la Academia Mimosas del ASEC de Abiyán, lo más parecido a La Masia que puede encontrarse en toda África. Su momento de la temporada, además de su golazo al Athletic, la pugna a vida o muerte con Drogba en Stamford Bridge. http://www.youtube.com/watch?v=p1UihUqHKbU (1’17»).
Busquets. Peguen a ese hombre. 7,5.
El hombre que prueba que La Masia sí alimenta a sus chavales habría sido la irrupción del año de no ser por Piqué. Aprendió el secreto de jugar a primer toque y sabe colocarse perfecto. Guardiola le ha protegido y le ha regalado pocos partidos en casa y muchos fuera, en campos difíciles. Premio Poli Díaz al jugador que más hostias ha recibido, primero por rookie, y segundo por ser un patilargo al que le gusta el choque y el regate en corto. Acaba el año como el cuarto centrocampista con más minutos jugados. Le falta madurez, que en esa zona del campo pasa por no perder balones. Larga vida en azulgrana.
Xavi. La mano que mece la cuna. 10.
La perfección existía y era esto. Jamás un centrocampista del Barça ha hecho tanto en un solo año. Ha mostrado toda la personalidad que debe tener un medio centro, ha hecho jugar al equipo y encima ha marcado 10 goles. Es, con 31 asistencias, el recordman absoluto. (Ronaldinho, en su mejor año, dio 20). Se recordará su año por ser el tío bajito y sin regate que le discutió el Balón de Oro a Messi, por sus risas en el Bernabéu con 1-1 en el marcador, por su celebración en Roma (foto): él dio el gol a Messi, sus compañeros sepultaron al argentino, y él se acercó a la esquina para decirle al mundo: «Sí, soy el mejor centrocampista que has visto jugar».
Gudjohnsen. De bacalao a sardina. 6.
Comenzó el año dispuesto a reivindicarse y logrando goles decisivos. Como siempre, entrenó duro y no tuvo inconvenientes en regalar goles a sus compañeros. A partir de enero se dejó ir, una vez comprobó que Keita le había ganado la partida como quinto hombre del centro del campo. Ahí perdió su apodo: el bacalao es un bicho voraz, que ataca a cualquier cosa blanca que ve; Guddy perdió las ganas y se limitó a esperar a los títulos; evitar que el coma etílico de Hleb en la celebración de la Champions se viera en todo el mundo fue su mayor logro. Es por su presumible adiós que el Barça está obligado a fichar a alguien en un año en que además hay Copa de África.
Iniesta. Exterminador. 9,5.
Sabe que acabar la temporada con cinco goles y 13 asistencias es un desastre para la calidad que atesora. Parte de la culpa fue de las tres lesiones que sufrió cada vez que volvía a su mejor nivel, aquél en que cuando recibe, el fútbol se vuelve poesía. Sin embargo, nos deja el alarido de Stamford Bridge, que no olvidaremos en la vida, y la asistencia a Eto’o en la final de Roma, además del partidazo contra el Sevilla o algunas de las croquetas más bonitas que se hayan visto jamás. Otro pasito más hacia el Balón de Oro.
Keita. Generoso. 7,5.
Se ganó el respeto de Guardiola por su capacidad para entregarse y buscar siempre lo mejor para el colectivo. Un recambio solvente para Iniesta, con llegada, juego, defensa y seguridad en el pase. Acabó la temporada como el centrocampista más goleador después de Xavi. Txiki ya ha desestimado ofertas por él; le necesita en un año en que habrá muchos partidos y mucha exigencia.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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