Cerrar el año sin dedicar un homenaje a Guardiola sería injusto. La proeza que ha realizado junto con su cuerpo técnico quedará como algo único en los 110 años de historia de este equipo. Su triplete ha demostrado que el trabajo es un valor, que la capacidad de quienes forman el cuerpo técnico es clave y que el estilo Barça puede llegar a lo más alto.
La exhibición de fe y detallismo que ha dado resulta tan conmovedora que deja en mal lugar a mitos como Rijkaard. Y su continuidad durante un año más resulta el mejor alivio para un barcelonismo que sabe que su peor enemigo no serán Florentino y sus vedettes, sino Laporta. El mismo presidente que dinamitó el Barça de Ronaldinho con su mal ejemplo a los futbolistas y su promesa de ganar siete títulos (http://www.as.com/futbol/articulo/laporta-tenemos-reto-historico-competiciones/dasftb/20060823dasdasftb_10/Tes) amenaza ahora con repetir desastre situando sus intereses políticos por encima de las necesidades de la plantilla, un mandamás que ha deducido a Gaspart por sus maneras y que no ficha para no comprometer la continuidad de su muy convergente e inoperante junta directiva.
Afortunadamente, tenemos a Guardiola, el entrenador que evitó a toda costa hacerse fotos con Laporta una vez ganada la Champions. Un hombre que aun de vacaciones estará pensando en fútbol, en su equipo, en la próxima exhibición en el Bernabéu.
A Guardiola sólo le hacen justicia las fotografías de Timm Kölln, que desnudan al hombre que ya avisó durante el pasado Gamper de que se avecinaba algo grande: «Persistirem fins el final«.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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