Bajas pasiones

El funcionario Mariaga y el triunfo de la incivilización

18 noviembre , 2009

El fútbol brilló anoche en todo su esplendor. No en Viena, por supuesto, sino en Jartum, donde Argelia y Egipto se enfrentaban a vida o muerte por una plaza en el Mundial. Un partido duro, tenso, con entradas made in Martagón, pérdidas de tiempo constantes, miedo, pocas ocasiones. Una noche inolvidable.

Para calibrar la magnitud del espectáculo, lean la previa que escribía del evento un trotamundos que entre otras cosas, es periodista: “En el estadio, de 42.000 localidades, habrá 9.000 egipcios, 9.000 argelinos (había dos millones de solicitudes), 9.000 sudaneses y 15.000 policías”. Qué bello es el fútbol, que además, impartió justicia: Egipto, que había forzado el desempate con un gol fuera del tiempo, de juego y de la legalidad (http://www.youtube.com/watch?v=eACzJGRcpEo), perdió.

La jornada internacional tuvo otros escándalos memorables, como el de Francia. http://www.youtube.com/watch?v=3oWo9vCd9KU, una acción tragicómica que nos recordó que lo que de verdad hace grande al fútbol de selecciones son los jugadores y sus ganas de ganar. Tal vez merezca la pena recordar que ahora se cumplen 40 años de la Guerra del Fútbol, el conflicto bélico que enfrentó a Honduras y El Salvador tras un chispazo futbolístico. Cerca de 1.900 personas murieron y nadie como Kapucinsky retrató esos días.

En el libro que escribió al respecto contaba lo siguiente: «Después del partido en que México ganó a Bélgica por 1 a 0, borracho de tanta felicidad, Augusto Mariaga, alcaide de la cárcel de Chilpancingo (estado de Guerrero), que alberga exclusivamente a presos condenados a cadena perpetua, recorre los pasillos pistola en mano, dispara al aire y al grito de “¡Viva México!”, abre una a una todas las celdas, dejando en libertad a 142 criminales peligrosos. El tribunal absuelve a Mariaga, “porque, según se puede leer en la motivación de la sentencia, actuaba llevado por un arrebato de patriotismo”.

La rambla del Raval de Barcelona estaba anoche tomada por argelinos eufóricos, celebrando el triunfo de su selección ante el histórico rival. Un espectador que pasaba por ahí y no hablaba árabe creyó entender de sus gritos que dedicaban el triunfo a la salud del funcionario Mariaga, en general, y a la incivilización y al fútbol, en particular.

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