Pierre de Fermat fue un jurista francés con afición a las matemáticas y evidentes inclinaciones sadistas. Así, suya fue la concepción del que se conoce como Último teorema de Fermat, que dejó escrito pero no demostrado. Con un evidente espíritu torero, optó por no desvelar la validez de su célebre ecuación con números, y se conformó con esta frase:
«Cuius rei demonstrationem mirabilem sane detexi. Hanc marginis exiguitas non caperet«, que podemos traducir así: «Poseo una demostración en verdad maravillosa para este hecho, pero este margen es demasiado estrecho para contenerla».
Uno se acuerda de Fermat cuando intenta recordar una vez más que este Barça es uno de los grandes equipos de todos los tiempos, un equipo terrorífico, colosal, y para ello opta por rescatar las estadísticas de medio curso. Léanlas bien, comprueben que Puyol está mejor que de costumbre, que Abidal ha aprendido a pasar la pelota a la tierna edad de 30 años, etc. Son unas estadísticas que validan la frase que se oyó en el cuerpo técnico: «Tenemos un solo Dios, que es Messi, y luego estás sus apóstoles, Xavi, Iniesta, Alves, Ibra y compañía». Y que se completan con un dato: diez goles encajados en media Liga. Pero los números no alcanzan para probar la magnitud de este equipo memorable. No es nuestra intención: marginis exiguitas.
*PD2. Esta Caverna ha variado el sistema de recuento de asistencias: sólo cuenta aquellos pases que son decisivos en el gol. También incluye los penaltis forzados y las asistencias a rivales para que marquen en propia portería.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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