(…) Advertía el oro por todas partes. Lo sentía en su cada vez más ensoberbecida manera de hablar de abogado advenedizo. En sus afirmaciones, cada vez más atrevidas. Y en su absoluta confianza en sí mismo.
Bel Ami, Guy de Maupassant
Maria Àngels Feliu, Emiliano Revilla, José Antonio Ortega Lara, Íngrid Betancourt, el Barça. Anoche llegó el instante mágico en que terminó este secuestro de siete años en que el club ha estado en manos del impresentable Johnny Lapotra, de sus palmeros, y de su secta.
Su exitosa gestión deportiva, su modélica gestión en lo social, la modernización de un club que durante el gaspartismo olía a naftalina… Todo queda oscurecido por la insoportable vanidad del presidente a quien el barcelonismo ya trató de echar en 2008. Las recientes elecciones han demostrado que ni Guardiola ha cambiado el rechazo que produce el amigo de dictadores uzbekos, y todo lo que olía a Lapotra se llevó su merecido. Se diría que el club creció a pesar de él, impulsado por el hambre de un barcelonismo castigado por Gaspart y Núñez.
Las elecciones nos recordaron a muchos socios y a muchos barceloneses que nuestra sociedad es realmente pobre cuando para dirigir al Barça aparecen sólo personajes del calibre de los que pudieron verse. A la hora de decidir, muchos socios se sintieron Ronnie Lee Gardner. Y al conocer el nombre del ganador, pensamos que Rosell triunfaba por haber sido el primero en renegar de Johnny y que, efectivamente, somos una afición resignada: nos basta con que se mantengan las esencias del club, no nos roben mucho y no nos avergüencen excesivamente en público. (Sabe Dios cuáles de estas condiciones cumplirá Sandruscu).
En el fútbol, como en la vida, todo acaba. Habrá un día en que Messi, el gran Messi, el niño Messi, jugará su último partido. Entonces podremos consolarnos pensando en el día que nos levantamos y supimos que nos habíamos librado del insufrible bacó cazado, el hombre que secuestró al mejor Barça de la historia.
PD. Récenle un padrenuestro al pobre Johnny. Aún no sabe lo larguísima que se le hará la vida lejos del Camp Nou.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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