Iniesta

La profecía rota

9 enero , 2011

Que Messi no hubiera ganado el Balón de Oro habría sido una injusticia atroz; que no lo haya ganado Xavi nos llena de tristeza. Pero en este foro tampoco podemos alegrarnos de que el ganador no sea Iniesta. Entre otras cosas, porque debía cumplir una profecía. Tal y como se temen, hoy, ¡autobombo!

Sabrán perdonarme: en un tiempo en que aún me dirigía la palabra y me miraba sin rastro de sospecha, le pregunté a Iniesta si se veía capaz de ganar el Balón de Oro. Se rió ante la ocurrencia pero acabó por admitir -en una entrevista publicada en El Mundo– que podría lograrlo si metiera entre 15 y 20 goles. Cosa de la que, dijo, se veía capaz. Iniesta era entonces un futbolista de detalles, alejado del fútbol torrencial de Ronaldinho, que entonces era la referencia mundial.

Era noviembre de 2006 y ni siquiera era titular. Jugadores como Oleguer, Van Bommel, Edmilson, Márquez o Giuly jugaban más que él. En ese contexto escribí estas líneas bajo el título El Ángel Exterminador:

«Nada hay tan excitante en el mundo del fútbol como la irrupción de un nuevo talento. Cuando aparece un joven prometedor, el césped adquiere electricidad y un cosquilleo colectivo anuncia la llegada del Mesías. El ojo del espectador aún no está acostumbrado a los movimientos de la estrella en ciernes y se aplaude cada detalle. El fútbol, en esos casos, adquiere la magia de la primera vez.

¿Cuánto tiempo se sorprendió el Camp Nou con Romário, después de debutar con tres antológicos goles a la Real Sociedad? Un suspiro, lo mismo que tardó Ronaldo en quitarse la etiqueta de incógnita y colgarse la de fuera de serie en un choque veraniego ante el Atlético de Madrid. Igual hicieron Rivaldo -dos goles en su debut- y Ronaldinho, que despejó dudas con un golazo tremendo al Sevilla en su primer partido como azulgrana. Cuando alguien alcanza la categoría de estrella con la rotundidad con que lo hicieron ellos, ya nunca más puede pedir a la afición que sea comprensiva y paciente. Cotidianamente se les exigen maravillas y llegan entonces los desencuentros.

Por eso el pausado advenimiento de Iniesta al Olimpo futbolístico se ha convertido en un prolongado placer del que el Camp Nou disfruta en pequeños bocados. A cada nueva actuación da un nuevo paso hacia el estrellato. Un día dejó atrás a Amor, otro empequeñeció a Xavi, ya alcanza a Deco y Guardiola. Y ha logrado este estatus lastrado por las suplencias y peleado con el gol.

Su actuación más célebre llegó en toda una semifinal de Liga de Campeones contra el Milan, donde destrozó a Pirlo y Gattuso con ese juego tan suyo, sencillo y demoledor. Tras su exhibicion, los cronistas no pudieron evitar referirse a él como el Angel Exterminador. Su juego profundo y elegante representa lo mejor que el Barça ha aportado al balompié. Nadie interpreta como él ese fútbol elaborado y ofensivo que desde Rinus Michels se ha apoderado del paladar de la afición barcelonista.

Sin embargo, Iniesta quiere dejar claro que es mucho más que un pelotero. El pasado sábado, frente al Deportivo, se sacó de la manga un eslalon vertiginoso, una acción que recordó a Maradona y que en el Camp Nou parecía reservada exclusivamente a Ronaldinho y Messi. Recorrió así un pasito más de su camino hacia un destino que parece marcado.

Hace ya casi una década, cuando Iniesta tenía 13 años, prometió que retiraría a su padre de la obra. Al poco tiempo cumplió. Resulta impensable que alguien como este niño pálido, que colecciona la serie Oliver y Benji, no haya soñado nunca con ser el mejor jugador del mundo. Es posible que aún haya gente que se resista a creer que Iniesta pueda alcanzar semejante nivel. Pero mientras tanto, el pueblo barcelonista se seguirá pavoneando como una embarazada oronda y orgullosa, que guarda celosa un secreto: lleva dentro al futuro Balón de Oro».

Recuerdo que escribí el artículo un jueves, que se publicó un viernes y el sábado, con varias semanas de adelanto, nació Marco, mi sobrino, a quien iba dedicado el artefacto. Cuatro años después, Iniesta marca ante el Depor y lo celebró así. ¿Creen en las profecías? También lo hace Messi. No competía con Xavi ni Iniesta; él compite con Cruyff, Platini, Van Basten y Zidane.

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