En el ecuador de la temporada y ya sabemos que lo que hemos visto es la rehostia. Ahora se aprecia el sabio trabajo de Guardiola en verano. Es posible que no acierte una en los fichajes, pero desde luego, siempre es más importante lo que se poda que lo que llega. Y sin Henry, Márquez, Chewbacca, Ibra ni Touré se ha mejorado lo que ya parecía el absoluto súmmum.
Incluyo las estadísticas hasta ahora, pero no se dejen influir por los números: vienen a decir que difícilmente veremos cosa igual en esta encarnación. Detalles importantes: el año pasado a estas alturas La Bestia Parda había logrado 22 goles y nueve asistencias. Este año quiere demostrar que Romário era tonto y Ronaldo, un mierda, Rivaldo, un ladrón y Ronaldinho, un farsante: acumula ya 31 goles y 16 asistencias. La friolera, que diría el maestro. Ha incrementado su rendimiento un 50% -porque está en estado de gracia y porque recordemos que en la primera mitad de la pasada temporada aún no jugaba por el centro-.
Luego está lo de Iniesta. Al final de la primera vuelta de la pasada campaña no había marcado y había aportado sólo cuatro asistencias. Este año entre lo uno y lo otro ha aportado 15 tantos y por fin pone cara de loco cuando falla ante el portero. El increíble Pedro pasa de los 18 del año pasado a 25 éste, mientras que Villa suma 21 y se queda a sólo a un punto de Ibra (aunque todo apunta a que acabará el año por encima del sueco). Otros cracks asombrosos como Alves o Xavi mantienen su nivel y en defensa se empata con el año pasado: exactamente 18 goles encajados, aunque el pasado año hubo más partidos que éste.
Aquí queda el recuento -el sistema de recuento estadístico es privado, insólito y dudoso, pregunten lo que no entiendan- pero sobre todo queda una conclusión: perderse un sólo minuto de esta gente que cabalga hacia todos los títulos es un pecado.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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