Olviden los rituales mágicos africanos: fue casualidad que el sábado a mediodía bebiera en Canaletes y les susurrara a dos bandófilos: «Tornareu sempre«.
Olviden el devastador poder de la sed de venganza: fue casualidad que Preciado haya hecho campeón al Barça. Casualidad también que se haya reído del famoso récord de Mourinho. Casualidad los paradones de Juan Pablo.
Olviden que Valdés es un portero que ha ganado dos Champions, olviden que es el más laureado de la historia del Barça. Casualidad lo que le sacó a Rossi, potranga pura lo que le paró a Cazorla.
Olviden que de los errores y la desvergüenza se aprende: el villarato es lo que empuja al mejor Barça de siempre al título ante el rival más soberbio que vieron los tiempos. Casualidad esos ocho puntos.
Olviden la metedura de pata de Rosell; casualidad que las declaraciones de Guardiola apuntando que su adiós está próximo aparecieran horas despés del remo presidencial, casualidad que sus suplentes saltaran al Madrigal a morder.
Y sobre todo, olviden la suerte del campeón: en la hora más grave, el Barça podrá reservar a sus figuras para los partidos a vida y muerte que le quedan. Pura casualidad.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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