Tal vez alguno de ustedes haya vivido la traumática experiencia de jugar a fútbol grande. Sabrá sin duda de la desolación que se vive sobre el terreno de juego, de ese monólogo interior que transcurre a años luz de los compañeros. Comprenderá también esa absoluta añoranza del balón, que llega una vez cada cuarto de hora en forma de melón caído de la estratosfera. Para los que lo han jugado, el fútbol es ante todo una experiencia dolorosa y solipsista en que uno se ve obligado a encajar todo tipo de gritos mientras corretea por un espacio gigantesco sin otra compañía que los tacos de los rivales. La pared, la construcción futbolera básica, es una auténtica quimera.
De ahí que quiera hoy reivindicar a los dos colosos que han convertido el juego de Barça en los últimos años en una experiencia coral y estética, exactamente lo opuesto a lo que resulta ser la mundanal realidad de este deporte. Ese juntarse, ese tocar y moverse, y girar y volver a recibir, ese tres contra dos perpetuo… Uno ve jugar al Barça y la apetece unirse a ese eterno juego de asociación.
Nadie como Xavi y Busquets han interpretado esa sinfonía. De ellos se destaca a menudo su juego de primeras, tal vez la técnica absoluta y verdadero sello barcelonista. También habría que señalar su omnipresencia, su aparecer siempre en el sitio en que algún compañero está a punto de sentirse demasiado solo. Ayer no estuvieron sobre el campo: el Camp Nou se acordó de la objetiva fealdad de este deporte, de la importancia de los dos cracks que llenan el campo, nos llenan los ojos y convierten un horror autista en la fiesta de la espuma.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
8 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login