Tengo pocos conocimientos de este mundo. Pero la cosa va así: te sientas y me cuentas. Lo que te molesta, lo que te perturba. Tu dolor y tus temores. Yo te pregunto y llegamos a una conclusión. El objetivo es que parezcas un ser normal. El objetivo es que no acampes en la Ciutat Esportiva con un bate de béisbol a la espera de avistar a cierto cantante romántico.
Y me explicas que son muy bonitos los títulos conseguidos, los tres, que de verdad los valoras mucho. Pero que la Liga era más importante. Me preguntas si veo posible ganarla. Ya hablamos de esto el otro día, Tony. Rotundamente no, no porque La Banda no vaya a fallar, sino porque a este equipo brutal no le podemos exigir que vaya a ganar a campos infames. No puede motivarse. Y te puse deberes, Tony: ¿serás capaz de perdonarles aunque la pierdan? ¿Dejarás de querer al equipo que más ha ganado de la historia de tu equipo y de todos los equipos? ¿Lo has pensado?
No me respondes. Llevas unos días muy callado. El otro día salió aquel sueño tuyo, en que el Delincuente Segundo invitaba a tu novia al cine y tú les vendías las palomitas. Lo he pensado bien y tengo una teoría: este año no querías ni tres, ni cuatro, ni cinco, ni seis títulos. Ni Liga, ni Champions, ni Intercontinental. Tú lo que de verdad querías de este año es que le echaran. Que fuera desterrado del país y destripado en la Central Lechera. Y escúchame, Tony, tengo consuelo para ti: no te puedo prometer que vaya a marcharse. Pero sí sé que sus éxitos serán olvidados, su memoria reducida a una pequeña mancha en pleno mar azulgrana. ¿Recuerda alguien que viva fuera de la Meseta nada de Capello? ¿De aquel tío llamado Van Nistelrooy? ¿Sabe alguien quién ganó la Copa del Rey de 2011 sin mirarlo en Wikipedia? Nadie. Es un fútbol miserable, emparentado com el de Clemente o el del Hibernian, basura industrial.
Tienes otro problema, Tony. Una creencia. Una idea arraigada y falsa: que la Liga la gana el mejor. Nunca fue así: la Liga la gana el más regular. Mira lo que dicen los sabios: «Es el Barça al que hay que ganar para ser el mejor». Lo explicó el otro día Bobby Charlton. Y habla del Barça, no del Getafe, ni de Osasuna. Del Barça. Lógico, sois los archicampeones de todo.
Tony, alegra esa cara. Desde que nació Messi -y no me pidas más, tengo otros pacientes- nunca un campeón perdió sus dos partidos contra el subcampeón. Jamás nadie sufrió esa humillación. En abril vienen al Camp Nou. Ya les echamos de la Supercopa y de la Copa del Rey. Alegra esa cara. Y mírame a los ojos: ni hablar de aparecer por la Ciutat Esportiva con un bate.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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