FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
«Look at me, jerking off in the shower… This will be the high point of my day; it’s all downhill from here«.
En realidad, ya nos conocemos y ya sabíamos de qué iba el asunto. Estos cuatro años han calado y algunos olvidaron sus invictos gallumbos de la suerte, muchos pasaron el día ignorando que aquello era un cita grande, otros se agolparon en las iglesias para rezar por los pobres niños del Athletic. Aun así, era difícil imaginar la explosión inicial de fútbol del Barça, las tres ocasiones en los primeros 200 segundos, los tres goles antes de alcanzar el primer cuarto del partido.
Un tsunami made in Guardiola destrozó al pobre equipo de Bielsa, que parecía no tener bastantes delanteros, ni bastantes centrocampistas, ni bastantes defensas. Juande, Pellegrini, Mourinho, Ferguson, Caparrós, Lucescu, Pereira, Saballo y Ramalho ya habían visitado esa habitación del pánico. Aficiones de medio mundo ya habían mascado la impotencia infinita de enfrentarse al ballet de los 11 sádicos. Por alguna extraña razón, el fútbol siguió siendo apto para todos los públicos.
Y la masacre se produjo, claro. Fútbol pleno y cruel. El barcelonismo, con un grado de adhesión a sus colores que normalmente sólo tienen los equipos anclados en la mística de la derrota, degustó el 14º título en cuatro años. Lo hizo a cámara lenta, apartando la mente del inevitable silbido final, que había de marcar el fin de una era. Y lo hizo enterrando un poco más la Liga de La Banda, un título que ni el pobre Ramos recuerda ya. Pero a pesar de la demostración, el barcelonismo acabó algo melancólico.
No son sólo tres terribles meses de pura nada los que se avecinan. No es sólo la añoranza de no ver a Messi encarando rivales, a Iniesta flotar, a Xavi pivotar y a Busquets agigantarse. Es la triste certeza de abandonar la cima para saber que jamás, por más años que vivamos, estaremos tan arriba.
La culerada es desde ayer el pobre Lester Burnham. En su vacío encontrará, al menos, el consuelo de un increíble viaje hacia las 14 copas que anoche, Aaaahhhh, llegó a puerto.
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