FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
¡Oh, hermanos cavernarios, qué cosa hermosa el sentirse unidos por la rabia y la ira! En la semana en que teníamos que ganar un título, volvemos a vernos lastrados por esa maldición llamada Defensa Infame de Tíos Que No Son Defensas y Que Jamás Debieron Pretender Serlo.
Se ha dicho estos días sobre que Puyol no tenía que haber ido así a ese córner, con 0-2 y el partido cerrado. Tal vez. Ya saben que aquí creemos que el capitán de este equipo es en gran parte un producto publicitario de los diarios deportivos de la ciudad, pero admitamos que sólo sabe jugar así. Con todas sus limitaciones, el pasado año fue de largo el mejor defensor del equipo. Pero ocurre que últimamente está más tiempo en la camilla que en el campo. La dimisión de Piqué, la enfermedad de Abidal y la farsa ininterrumpida de los centrales que vienen del Barça B hicieron que Mascherano, primero, y Song, después, hayan tenido que ponerse ahí. Si damos por buena la absurda teoría de que cualquiera puede hacerlo, probemos a Tello, a ver si a él Negredo le gana un balón largo.
Asombra que el pasado verano, viniendo del año de calamidades defensivas de las que veníamos, se invirtieran 35 millones en dos jugadores y no llegara ningún central. Zubizarreta y Tito deberían responder por ello, en lugar de maldecir las lesiones. Resulta que en los últimos 16 meses, La Plasticidad Encarnada ha estado de baja 226 días, con hasta tres lesiones de rodilla. Que nadie se haga ahora el sorprendido, y por favor, que alguien deje de incurrir en el pornográfico rito de repetir aquello de que «Puyol acorta los plazos de su recuperación». Puyol es un señor muy comprometido y muy necesario para el equipo, pero tiene 34 años y ningún sustituto decente.
Y pensaba en esto porque ocurre que en un lugar exótico llamado Valdebebas hay un montón de mercenarios aficionados a las altas velocidades que tendrían la moral por los suelos de no ser por las fotos de Mascherano y Song, que cuelgan de las paredes del vestuario y que a buen seguro besan antes de cada entrenamiento. Habrá entre ustedes quien crea que Piqué volverá a ser el que fue. Quién sabe. Pero sospecho que no es ése el milagro con el que Tito y Zubi contaron. Su milagro es negro. Su milagro es un señor del que hablaremos dentro de 200 años. Lucía el 22 a la espalda y un día marcó en el Averno. Ha sobrevivido a todo lo imaginable. Y sólo él puede impedir que dentro de tres meses haya muchedumbres de culés en huelga de hambre ante las oficinas del club pidiendo dimisiones y clamando contra una maldita luxación cerebral.
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