Cavernícola

Una Etrusco en el olvido

8 febrero , 2013
etrus

A quienes tenemos mala memoria nos invade en ocasiones un pesar, un neguit, una sospecha de haber olvidado algo trascendental, un momento que deberían permanecer imborrable en nuestro recuerdo. Esta sensación empeora cuando uno presiente que lo que olvidamos llegó envuelto en un manto de las casualidades.

Me explico: es posible que dentro de unos años yo haya olvidado que el 24 de enero de 2013, en el día del patrón de los periodistas, fui despedido del trabajo con razones miserables y argumentario psicotrópico. Es posible también que no caiga en que poco después, mi hermano se admiró de encontrar mi rostro -no tiene otro nombre- en la web de El Periódico, el diario que nos quitábamos de pequeños para constatar, domingo tras domingo, que Miquel Àngel Nadal, con cuatro estrellas, había vuelto a estar «Pletórico». Pero sí, tengo esa suerte.

Han ocurrido otros fenómenos raros y sospechosos en los últimos días. Mi querido Diego me hizo llegar días atrás este documento, un homenaje al tiempo en que a este rincón sólo se acercaban incondicionales para sumar, con enorme regocijo del autor, cinco visitas al día. Hoy me veo en la urgencia de hablar de mí, ya que he comprobado, atónito, que, con ésta, son ya 500 entradas.  «Qué lástima de juventud», me decía aquella señora, tanto tiempo atrás, cuando le recitaba alineaciones pretéritas. Pero somos así, para qué disimular. Y esta redondez numérica llega justamente cuando el instigador de la Caverna se reconcilia con mis fobias y vuelve a aparecer por aquí.

Pero la hierofanía más extraordinaria que he vivido estos días es, sin ninguna duda, el avistamiento, la otra tarde, de una verdadera Etrusco en los pies inexpertos de dos niños que salían de la escuela. Yo estaba en compañía de mi madre, la primera víctima de mis soliloquios futboleros, hace tres décadas, y no pude evitar reincidir:

¿Veus allò? La millor pilota que s’ha fet mai. No sé on la vaig perdre. 

Fue un momento de gran asombro.

Disculpen que me haya puesto íntimo, pero ocurre que cada ocho de febrero esta cueva tiende a cumplir años; ya son cinco. Y de vez en cuando conviene recordar que este refugio tiene también algo de dietario, de crónica sentimental. A veces encuentra eco en alguna cabeza y en algún corazón.

Estarán de acuerdo conmigo en que la desmemoria es un drama importantísimo. ¿Cómo pudo ocurrir que perdiera mi Etrusco?

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