4-3-3

Trabajar cansa

24 septiembre , 2013

Y contra la Real, volvió el Fútbol. Tras 15 días de mensajes que se sucedían un día y otro también, de extraños comentarios sobre alternativas de juego y las bondades de cerrarse atrás, el Barça se comportó como lo que es: el heredero del mejor equipo de la historia. Hizo lo de siempre y, ¡sorpresa!, nos gustó, a nosotros que entendemos que para horrorizarnos con el contragolpe ya existe La Banda y que es importante jugar de forma que tíos como Samper no sientan que han estado media vida haciendo el imbécil en La Masia.

Fue contra la Real, que no es cualquier cosa, desde luego, es más que el Rayo que nos quitó el balón, y que el Ajax, que nos vulgarizó, y que el Sevilla, que tuvo en Rakitic a un centrocampista con más criterio que todos los nuestros juntos. Fue contra La Real, un equipo de Champions, y de esa feliz circunstancia concluimos que la manera como jugamos no depende del rival, sino de nuestra propia autoexigencia. Esta constatación retrata las embestidas neonuñistas contra quienes creen que un equipo con Messi, Xavi e Iniesta debería tener siempre el balón y atacar, porque detrás de la involución futbolística de las últimas semanas no hay tanto un discurso como una verdad categórica que conocen bien los que alguna vez han sudado un peto, y es que trabajar cansa.

 En efecto, ya lo explicaba Guardiola, jugar bien es una cuestión de detalles, de perfeccionismo, de obsesión, de aguantar, a pesar de todos tus títulos y tu gloria, que te griten y te abronquen, que te digan tras un 5-0 a favor lo que has hecho mal. Ahí está el quid de la cuestion. Y uno piensa en el cuentakilómetros reventado de Xavi y en la incapacidad de Sex para entender que si no va de rojo es porque ya no está en el Arsenal y que por tanto no tiene sentido que juegue como si las anfetaminas hubiesen llegado al manicomio, y en que a Piqué le carcome más una jota que no salió -escaleras en el limbo, capítulo 10- que el vergonzoso quiebro que le hizo Vitolo. También hay otra cosa ahí: esa sospecha que poco a poco crece en el alma de nuestros delanteros, ese ‘yo con espacios me hinchaba’. Lo dicho, trabajar cansa; y por eso debemos guardarnos de planes B y de jugadores conformistas.

Ante todo porque las estepas ochenteras y el gaspartismo no quedan tan lejos y este pueblo sabe lo que es la derrota sistemática, el evitar quioscos y telediarios, el driblar ciertos bares. Un día las goleadas caerán en contra, nuestra estrella alcanzará con sudores a los 17 golitos en un año, y sólo de pensar en llegar a unas semifinales de Copa perjudicaremos las fibras de nuestra ropa interior. Ese día, cercano ya, cuando estemos bien sumidos  en nuestra miseria, miraremos la camiseta para tratar de recordar qué era nuestro equipo. Y más nos vale que ese día, entre las franjas azules y grana, leamos algo más que ‘Qatar’, porque ese algo será todo lo que nos quede.

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