FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
-¡Qué notable sería que me volviera loco y los matara a ustedes a tiros, suicidándome luego!
Los siete locos, Roberto Arlt
Muchas son las fuerzas que combaten en el cuadrilátero del fútbol. El hambre, la fe, la suerte, la solidaridad, la historia, el talento. Pero convendría no subestimar como hemos hecho el devastador poder del absurdo. Ahí lo tienen campando a sus anchas: el fútbol, sádico y caprichoso, se ha empeñado en poner la Liga al alcance de este Barça menor.
Convendrán en que a estas alturas «la competición de la regularidad» es ya una denominación más apropiada para medir los efectos del All Bran en el aparato digestivo que para hablar de esta Liga demencial. En efecto, el cuádruple mortal de los últimos cinco días ha sido memorable: el Atlético, tirando lo que tanto merece; el Barça a rastras y encajando en el minuto 92 un gol de cabeza de Lafita; y La Banda tirando por la borda por partida doble la posibilidad de torturar a sus grandes rivales ha resultado un espectáculo sobrecogedor que viene a confirmar que ésta es la Liga del absurdo.
Absurdo es lo pronto que se dudó del estilo de este equipo, absurdo que esta equipo glorioso se haya entregado a un final tan mundano, absurdo es que la directiva del Barça siga ahí pese al derrumbe, absurda la falta de pañuelos blancos en la grada, absurdo es oír que Zubi sí manda ahora, absurdo que se renueve a Messi cuando sólo quedan dos partidos para acabar la temporada, absurdos los centrales de ese vestuario, absurdo lo mal que se ha jugado, absurdos los minutos de que ha gozado Sex, absurdo que Neymar acabe el año como un Lucendo para el barcelonismo, absurdo que Piqué se hata erigido en el portavoz del vestuario, absurdo que sólo hayamos atado a un portero para el próximo año, absurdo tener a La Bestia Parda bajo permanente sospecha, absurdo que Alves y Pinto sean los culpables de todo, absurdo que cuando se cumplen cinco años del alarido de Stamford Bridge el club nos recuerde más al de los llantos de Sevilla de hace 28.
Si este año manda el absurdo, lo cierto es que tenemos muchas posibilidades. Si este es el año de los locos, qué notable sería que nos volviéramos todos dementes para cumplir -entre grandes risas y mayores asombros- la profecía de Arlt.
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