Esa botella olvidada

«Si és una il·lusió, la tinc profundament arrelada, i gaudeix de la complicitat de la meva visió«. 

L’emigrant amateur, Robert Louis Stevenson

Ni el verano es momento de ponerse prudentes, ni los debuts se inventaron para el análisis afilado, ni Messi deja caminos fuera de la exageración. Por tanto, sueñen y saquen pecho y celebren el regreso del fútbol, de la civilización y del Barça. Y permítanse el gustazo de despedir, adiós, la jodida época del año en que nos dejan un mes sin pelota. 

El partido llama a la euforia. Busquets lidera y Rakitic barre, pega, suda y la toca de primeras. Todos corren y hasta el embudo del centro del ataque parece calculado. Arriba, un tal Munir promete maravillas y abajo Mascherano y Mathieu nos recuerdan que el Barça siempre ha tenido algo de funambulista venido al mundo para sufrir y divertirse. 

Pero ningún afrodisíaco como el que viene del banquillo. Hay mano dura y gente seria, se respira profesionalidad, al equipo te lo imaginas entrenando al máximo para estar a tope cada día, no penando de lunes a sábado a la espera del domingo. Ay, amigos. No sé si vieron ustedes a Leo Messi recuperar balones, dar palos y correr en defensa. La Bestia Parda está de vuelta, lo saben las piedras y lo cuenta el viento, llegó la hora de volver a la cima.

Disculpen el triunfalismo, pero ya saben que el cóctel mólotov es cosa mala, malísima y hoy ha caído un largo trago. Y por eso, tras una noche de reencuentros, el pueblo culer se va a la cama con un secreto. De esta botella -está seguro- ya bebió. A esta botella, cómo olvidarla, nos hartamos de añorarla. 

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